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LATINOAMÉRICA DEL FÜHRER
Tras la marcha de Speer, Hess se convirtió en el único prisionero de Spandau,
lugar en el que debía pasar todo el resto de su vida. La fortaleza, que había
sido diseñada para albergar quinientos prisioneros Nazis, aunque solo tuvo la
buena fortuna de tener siete inquilinos en toda su historia.
Contaba con la vigilancia de seiscientos soldados de las potencias aliadas
(URSS, EEUU, Reino Unido y Francia) además de cincuenta agentes de la
Alemania Federal.
Prisión de Spandau (Berlín)
Las medidas de seguridad eran extraordinarias más si tenemos en cuenta que
en sus últimos años solo sirvieron para evitar la fuga de un preso anciano y con
signos de demencia. El despliegue de seguridad no imaginó nunca la fuga
masiva de alemanes Nazis a diferentes países fuera del continente europeo e
imaginaron su prisión atestada de prisioneros Nazis.
La prisión estaba rodeada por una primera línea eléctrica, a la que seguía un
muro de seis metros de altura rodeada de cabinas de vigilancia, donde seguido
había un pequeño pasillo (vigilado también), y un contramuro de cinco metros
de alto iluminado por la noche con potentes focos. Se calcula que costaba el
mantenimiento de dicha prisión sesenta mil euros al año, al cambio de aquella
época.
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