LA LATINOAMÉRICA DEL FÜHRER La Latinoamerica del Fuhrer PDF | Page 41
LATINOAMÉRICA DEL FÜHRER
Este divorcio de historias está debidamente documentado inéditamente, como
en parte inédita es la información con la que se elaboró este libro, planteando a
base de hechos la historia en documentos oficiales de los países involucrados.
En el programa ‘As it happens’ del 17 de Septiembre de 1974, en la televisión
canadiense, el Dr. Ryder Saguenay, cirujano dental de la UCLA, dio que Hitler
había ordenado un avión especial (diseñado para sobrevolar en espacios muy
bajos “Arado-Ar-234) para abandonar Berlín con todos los registros médicos,
dentales y radiografías de los más altos dirigentes Nazis hacia un destino
desconocido en ese entonces.
De ahí que los registros dentales que se usaron para identificar el posible
cadáver de Hitler se sacaran de la memoria de un asistente dental y del Fuhrer
que más tarde desaparecería.
Con la Glasnot en Rusia y al principio de los años (90’s), los protagonistas de la
Smersh que participaron en los enterramientos y desenterramientos de Hitler
decidieron contar el secreto al mundo.
Fueron conducidos de Rusia hasta Alemania y señalaron el punto exacto del
último enterramiento del Fuhrer. Pruebas realizadas con un radar terrestre
localizaron dos objetos anómalos en el subsuelo, en el mismo sitio donde
señalaron los ex oficiales rusos, hoy un abandonado taller de autos. Las
excavaciones que se llevaron a cabo, sólo dieron con un hueso, y no era
humano.
El editorial del diario Zigzag del 16 de Enero de 1948 de Santiago de Chile
aporta nuevas evidencias.
El 30 de Abril de 1945, el capitán de aviación Peter Baumgart llevó en avión a
Hitler, su esposa Eva Braun y unos cuantos leales del aeródromo de Tempelhof
de Tondern en Dinamarca. De ahí tomaron otro avión hasta Kristiansund en
Noruega, desde donde embarcaron en un convoy de submarinos rumbo hacia
otro continente. Lo que a Hitler sí le importaba y sí quería evitar a toda costa es
que se produjeran hechos como los que le ocurrieron a Mussolini y a Clara
Petacci una vez muertos, cuando sus cuerpos fueron llevados al domo de Milán
estuvieron colgados varios días y noches para que todo el mundo pudiera
acercarse, les escupiera y los pateara.
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