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ANDREA V. VICTORIA CANO
Existieron muchos indicios que conectaban al Tíbet con Alemania, pero todas
las pruebas se fueron diluyendo con el transcurso de la guerra y los
bombardeos.
Tras la expedición la comisión, en especial Schafer, creía que los arios no
habían evolucionado sino que provenían del Asia Central, y que eran
descendientes de una antigua civilización que descendió del cielo, así pues, se
lo hicieron saber varios escritos que encontraron especificado en el ritual de
Tantra de Kalachakra, la iniciación más alta del budismo tibetano que
curiosamente puede administrarse a un profano.
Encontraron muchas piezas arqueológicas de gran valor, lo interesante de una
de ellas, según los análisis químicos, fue esculpida en un meteorito caído en
Mongolia hace quince mil años.
Schafer partió a la expedición con
casi un millón de libras esterlinas,
esto significaba que llevaban los
mejores
recursos
técnicos
del
momento. A pesar de ello hay que
pensar que el Everest aún no había
sido coronado, y que tuvieron que
subir hasta allí superando aludes y
torrentes caudalosos, algo que quedó
reflejado en las sesenta mil
fotografías y más de cincuenta horas
de película. El viaje no fue
accidentado sino solamente peligroso.
Toda la evidencia fue destruida de
casi todos los archivos y edificios
centrales al terminar la Segunda
Guerra Mundial y lo poco que quedó
está en el archivo soviético de Moscú, el resultado es un oscurantismo casi
total.
Los alemanes no hubiesen invertido tanto tiempo y recursos en una expedición
qué pensarían iba a fracasar, existió evidencia que quedó inconclusa, pensaron