LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 62
Markus Zusak
La ladrona de libros
El día del anuncio, Hans tuvo la suerte de estar ocupado con un trabajo. De
camino a casa, recogió un periódico que alguien había abandonado y, en vez de
detenerse para embutirlo entre los botes de pintura del carro, lo dobló y se lo
metió debajo de la camisa. Cuando llegó a casa y lo sacó, el sudor había
estampado la tinta sobre su piel. El diario acabó en la mesa, pero llevaba las
noticias grabadas en el pecho, como un tatuaje. Se abrió la camisa y se miró bajo
la tenue luz de la cocina.
—¿Qué pone? —preguntó Liesel, mirando los trazos negros de la piel y el
periódico sobre la mesa.
—«Hitler toma Polonia» —contestó, y Hans Hubermann se desplomó en
una silla—. Deutschland über Alles —musitó, pero en su voz no había ni un
remoto rastro de patriotismo.
Ahí estaba otra vez esa cara: su cara de acordeón.
Había estallado una guerra.
Liesel pronto se encontraría envuelta en otra.
Casi un mes después de reemprender las clases en el colegio, la pasaron al
curso que le tocaba. Tal vez creas que se debió a sus progresos en lectura, pero
no fue así. A pesar de sus adelantos, seguía leyendo con dificultades. Las frases
se desparramaban por todas partes. Las palabras le jugaban malas pasadas. El
cambio de curso se debió a que el desarrollo de la clase de los pequeños se
había empezado a ver afectado. Contestaba las preguntas dirigidas a otros
niños y gritaba. Y alguna que otra vez había recibido en el pasillo lo que se
conocía como un Watschen (pronunciado «varchen»).
DEFINICIÓN
Watschen = un buen azote
La profesora, que resultó ser una monja, la aceptó en su clase, la sentó en
una silla a un lado y le dijo que se estuviera calladita. Desde el otro extremo,
Rudy la miró y la saludó con la mano. Liesel le devolvió el saludo e intentó no
sonreír.
En casa, el padre y ella ya tenían muy avanzada la lectura del Manual del
sepulturero. Hacía un círculo alrededor de las palabras que no entendía y se las
llevaba al sótano al día siguiente. Liesel creyó que sería suficiente. No fue
suficiente.
A principios de noviembre, en el colegio les hicieron algunos exámenes
para evaluar sus progresos. Uno de ellos se centraba en la capacidad lectora.
Cada niño debía leer delante de toda la clase el párrafo que la profesora
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