LA LADRONA DE LIBROS La ladrona de libros | Page 291
Markus Zusak
La ladrona de libros
Liesel participó en los cuatrocientos metros. Terminó en séptimo lugar y en
el cuarto en la prueba de los doscientos. Lo único que vio delante de ella fueron
los tendones de la corva y las coletas bamboleantes de las chicas que la
precedían. En el salto de longitud, mordió más polvo que distancia y tampoco
estuvo en su mejor momento en el lanzamiento de peso. Comprendió que ese
era el día de Rudy.
En la final de los cuatrocientos metros, Rudy estuvo en cabeza desde la
última vuelta hasta el final, y ganó los doscientos por escaso margen.
—¿Estás cansado? —le preguntó Liesel.
Eran las primeras horas de la tarde.
—Claro que no. —Jadeaba y se masajeaba las pantorrillas—. Pero ¿qué
dices, Saumensch? ¿Qué sabrás tú?
Cuando anunciaron la prueba eliminatoria de los cien metros, Rudy se
levantó despacio y siguió el reguero de adolescentes hacia la pista. Liesel fue
detrás de él.
—Eh, Rudy. —Le tiró de la manga—. Buena suerte.
—No estoy cansado —insistió.
—Ya lo sé.
Rudy le guiñó un ojo.
Estaba cansado.
En la eliminatoria, Rudy aflojó el ritmo para acabar segundo, y al cabo de
diez minutos, durante los que se celebraron otras carreras, anunciaron la final.
Había dos chicos que lo habían hecho muy bien y una rara sensación en el
estómago le dijo a Liesel que Rudy no iba a ganar. Tommy Müller, que había
quedado penúltimo en su carrera, le hacía compañía, apoyado en la valla.
—Ganará —aseguró.
—Lo sé.
No, no ganaría.
Cuando los finalistas alcanzaron la línea de salida, Rudy se puso de rodillas
y empezó a escarbar unos hoyos con las manos para agarrarse mejor al suelo. A
un camisa parda medio calvo le faltó tiempo para acercarse y decirle que dejara
de hacerlo. Liesel vio el dedo acusador del adulto y la tierra que caía de las
manos de Rudy mientras se las frotaba.
Liesel se aferró con fuerza a la valla cuando ocuparon sus posiciones. Uno
de los chicos hizo una salida en falso. Se oyeron dos disparos. Había sido Rudy.
El oficial volvió a tener unas palabras con él y el chico asintió con la cabeza. Una
vez más y quedaba eliminado.
Volvían a estar preparados para el segundo intento. Liesel, que observaba
muy atenta, no pudo creer lo que sucedió segundos después. Se registró una
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