La historia viva de nuestro Pueblo | Page 26

Adriana Sacerdote de Zak, abuela de Magali Zak Éramos un grupo de adolescentes muy heterogéneo. Teníamos entre 12 y 15 años. Pero todas vivíamos un denominador común: el nerviosismo. Era el Shabat de Januka del 14 de diciembre de 1963. El Rabino nos hablo con su acento característico en privado: seréis las primeras mujeres en ascender a la Tora, el primer grupo de Bet El y posiblemente de la Argentina. Y recibimos de sus manos nuestro primer Sidur con una magnifica dedicatoria. Aun lo conservo y atesoro. Recuerdo mi disfonía pasajera al dirigir a la Comunidad en Shajarit y mi enorme emoción al leer el pasuk de la Tora que me fue asignado. Escribo estas líneas entre lagrimas de emoción por los hermosos recuerdos que creí adormecidos y que afloraron a mi mente y mi corazón gracias a mi nieta, mi dulce y adorada Magali. Gracias, Rabino Marshall Meyer, mi more, el que me enseño que “nuestro corazón es un santuario y que D* entra en aquel que se abre para recibirlo”. Un agradecimiento especial a mis padres por iniciarme en el camino de la Tora y sus preceptos. Y un muy especial y enorme GRACIAS a Bet El, en el que viví por años hermosas e inolvidables experiencias de vida, por permitirme evocar esos momentos tan caros, que me hacen reflexionar que “50 años no son nada”. Relato de nuestros abuelos Pag. 26 Norberto Benito Popritkin y Ana Ester Frenkiel de Popritkin, abuelos de Magali Zak Como tantas personas que han perdido a sus seres queridos en esos horrendos campos de concentración, yo también sufrí lo mismo. No tuve la suerte de conocer a mis abuelos, ni a mis tíos. Soy hija única de padres que llegaron a Argentina sin familia. Con el tiempo, ellos se enteraron que sobrevivió una tía, hermana de mi mama, que vivía en Israel con su marido y un hijo. Otro tío, hermano de mi papa fue a vivir a Brasil, al que conocí recién a los cinco años, cuando pudimos viajar para Brasil, y recién entonces los hermanos se reencontraron y así conocimos a toda su familia. Hasta entonces solo eran cartas que iban y venían. A mis tíos de Israel nunca pude conocer, solo por fotos y cartas que llegaban tras larga espera, pues el correo en ese entonces demoraba muchísimo, no existía la computadora. Eran cartas escritas en Idish, y mi mama también me dictaba a mí para escribirle a mi tía, a la cual aprendí a quererla a ella y a su familia a través del papel. Yo había aprendido el Idish en el shule al que iba. Antes de mi casamiento recibí un regalo que me lo había enviado mi tía de Israel, era un Sidur hermoso, con tapas plateadas e incrustaciones de piedras, que atesoro con mucho cariño. Lamentablemente mis tíos fallecieron sin haber podido conocerlos, y lo peor, que mi mama y su hermana nunca pudieron reencontrarse. Pero en la vida siempre hay recompensas y en algún momento ocurren cosas que el destino nos tiene preparadas. Un día, mi papa caminando por la calle Federico Lacroze, levanta la vista y en un negocio ve una marquesina en la que estaba escrito el mismo apellido que el de él. Era una marroquinería, entro a preguntar y ¡Oh sorpresa!, resultaron ser primos hermanos, que también los había separado la guerra. Nunca podré olvidar aquel Seder, al que fuimos invitados por ellos, y conocimos a toda esa rama de la familia que ni sabíamos que existía. Se hizo toda la ceremonia, se leyó la Hagadá, cantamos y todo fue hermoso. Me viene a la memoria una frase de la Mishná, que dice: “El verdadero rico es el que está contento con lo que tiene”, y cuando hablamos de riqueza, no nos referimos solamente al dinero. Se es rico en ideas, en proyectos, en sentimientos, en buenos deseos, en conocimientos, en amigos, en tener una familia a quien querer y que nos quiera. También se es rico al poder ayudar y en hacer sentir bien a los de ?:2?GWfR?7VW'FRFR66&?R6??V????'&R?&f????6???FRFV?W"7VG&?????2?FR&V6?&F"??Vw,:?FR7V?F?V???2&V6?&?W&??7R6?GW ????&?FV?V??2?6????WF?2???vƒ??VW7G&??WF???"W7F?'&V6?&? ?7R6?GW"?&V?F?FR?VW7G&?2'VV??0??r?#p??