MeQuedoenCasa
El bullicio de nuestra vida ha sido sustituido
por el eco del aplauso en medio de las calles
vacías, el agradecimiento, el reconocimiento,
convoca… a las 8 el movimiento de las manos
se llena de una lista interminable de personas
que cada día se hace más larga. Hemos
dejado de reconocer el éxito para reconcer el
servicio. El evangelio se encarna en nuestros
balcones sintiéndonos paradójicamente más
cerca que nunca. El final de cada día a pesar
de que los datos no acompañan, sabe a
esperanza. Todos nos hemos hecho
voluntarios.
En estos días recuerdo especialmente qué
haría, qué diría San Damián de Molokai, él
que te toco vivir el confinamiento de por vida,
el que supo estar al servicio de los enfermos
hasta las últimas consecuencias. Creo que
estaría contento porque Molokai puede ser
hoy cualquiera de nuestros hogares, no por la
desgracia de la enfermedad sino por la magia
del encuentro. Damián creo que nos invitaría
a rebuscar la extraña felicidad que quizás
este tiempo tan incierto nos está regalando y
nos recordaría donde está la fuente que nos
da la verdadera VIDA.
Este artículo podría haber sido como en otras
ocasiones un testimonio de lo que hacen los
alumnos del grupo de Molokai, lo cual
siempre nos ayuda. Pero en este número nos
toca recordar, que la lista del grupo Molokai,
se ha hecho interminable, ha roto los
esquemas de nuestras listas de Excel, porque
TODOS SOMOS VOLUNTARIOS.
María García Olloqui, SS.CC
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