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Norberto Ceresole
realizó, esa política, mucho después de que en los campos de concentración de la Unión Soviética fueran inmolados unos diez millones de hombres y mujeres en nombre del " progreso histórico ". No estamos hablando de Stalin, sino de una policía política bolchevique conducida por célebres judíos ubicados en la etapa final del progresismo: el marxismo. Esa policía política actuó con prolongada anterioridad a la consolidación de Stalin como Secretario General. De hecho, la progresiva apertura de los archivos rusos referidos a la época soviética están demostrando que el Stalin real está muy lejos de su imagen sangrienta creada sobre todo por el trotskysmo judío y judaizante.
Fueron los avatares de ese intento alemán de expulsión, realizado dentro de un escenario bélico generalizado, lo que finalmente provocó un " genocidio " de una dimensión aproximada al último ocurrido en África recientemente: uno de los tantos genocidios expulsatorios inter-étnicos-o inter-nacionales, o intersociales- que han jalonado la historia de la humanidad desde sus orígenes hasta el mismísimo día de hoy. El concepto de expulsión aplicado a la historia reciente de Alemania no sólo nos conecta con los orígenes de la España Universal que nace en 1492. Nos conduce también a conflictos actuales, originados por comunidades judías instaladas en sociedades que en su momento las acogieron amistosamente. Esas comunidades judías residentes actúan en la mayoría de los casos contra los fundamentos identitarios de las sociedades receptoras, intentando trastocarlos y destruirlos. De tal forma que la única posibilidad de supervivencia de la sociedad receptora vuelve a ser la expulsión. Estoy hablando concretamente del caso argentino. La relación entre España y Alemania en torno a la cuestión judía está perfectamente justificada en función de las agresiones que ambas sociedades sufrieron por parte de los judíos residentes en ambas naciones en diferentes momentos históricos.
Este libro pretende ser una réplica racional y una crítica radical a dos mitos construidos a posteriori de los hechos, y que en ambos casos( España y Alemania) son deformadores( constituyen interpretaciones deformadas) de esos hechos. Esos mitos, el de la Expulsión española y el del Holocausto alemán, fueron construidos a partir de intereses políticos, mucho después de haber ocurrido los hechos a los que se refieren, y por lo tanto constituyen deformaciones específicas de la realidad. Son interpretaciones ideológicas de ambos procesos históricos, y no el proceso histórico propiamente dicho.
Pero sucede que una crítica sistemática del Mito del " Holocausto " nos lleva necesaria e inexorablemente a re-analizar los fundamentos de la cultura europea que nace a partir de la " Liberación " de posguerra. Así vemos que no sólo el Mito del " Holocausto " se fragmenta en mil pedazos: lo que ya no se mantiene son los lineamientos estructurales de la cultura occidental reestablecidos a partir del fin de la última guerra llamada " mundial ". Ya no es posible seguir sosteniendo la imagen esquizofrénica de una Alemania " malaagresora " y de un Occidente " bueno-agredido ". Tanto el Estado de Israel como la Europa de Maastricht son hijos de una misma catástrofe: una guerra civil