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Norberto Ceresole
género humano". La destrucción de Genos. Algo mucho más grave que la
anticuada destrucción de Ethnos, practicada por los germanos, esa etnia
antropológicamente diferente. Y también sabemos, por supuesto, que el "crimen
contra el género humano" es un elemento consustancial del Islam.
En Un crimen contra el género humano (Fuente: El País Digital del 2 de febrero
de 1998, Nº 640, y un extenso número de publicaciones en todo Occidente, en
todos los idiomas y al mismo tiempo, casualmente), el judío alsaciano André
Glucksmann, antiguo teórico de la guerra de liberación campesino-maoísta, nos
informa que la relación entre Islamismo y terrorismo religioso representa una
lógica esencial. Glucksmann lleva hasta el límite el nuevo Hiper-Mito del
terrorismo islámico argelino. "Para inmolar niños en serie hace falta una fuerza
de convicción poco común. El cuchillo del asesino es un cuchillo de ritual. Su
crimen es una ‘ofrenda a Dios’ y le ‘acerca al paraíso’… El terrorismo Islámico
golpea cada vez más, a cualquiera, en cualquier sitio, en cualquier momento. Es
teológico. Jura que purifica constantemente a la sociedad en su conjunto."
Muchos ingenuos habían creído que en la construcción del Mito del
"Holocausto" se había llegado a definir al "mal absoluto". Nada de eso. Ahora
sabemos que existe un mal absoluto-mucho-más-absoluto, un mal absoluto
elevado a la enésima potencia. Ya sabemos cómo se llama: crimen contra el
género humano, y quién lo produce: el Islam: "Al clavar a la pequeña víctima
sobre la puerta de su casa familiar, el asesino arroja a la faz del mundo la
Buena Nueva que le excita: los tabúes más universales quedan anulados. No se
mantiene ninguna prohibición, ni la del sexo, cuando el hermano entrega a su
hermana al emir, y después a la tropa, ni la de la sangre, cuando regresa a su
pueblo para purificarlo masacrando a sus parientes. La prohibición del incesto
y la prohibición de la violencia sin límites son los dos vetos de valor universal
que estructuran cualquier comunidad humana. Al rechazar uno y la otra, el
terrorismo Islámico se eleva por encima de la humanidad, ‘hace de Dios’ y cae
en la más espantosa inhumanidad".
Ahora ya sabemos con toda exactitud quién es el enemigo, el oponente de esta
guerra "intercivilizaciones". Pero ese enemigo no es el enemigo de Occidente. Es
el enemigo del cáncer judío que agota a Occidente. El judaísmo ha terminado de
definir, bajo su responsabilidad, al "enemigo de Occidente", con la complicidad
de Occidente. Otro "nuevo filósofo" judío-francés, Bernard-Henry Levy cita nada
menos que a Albert Camus: "Nombrar mal las cosas es agravar la desgracia del
mundo". Hay que recordar esta frase, dice Henry Levy, "a los que se niegan a
darle a las matanzas de Argelia su nombre: matanzas islamistas, cometidas en
nombre del Islam, y que, sin cuestionar el Corán, siguen siendo ininteligibles, si
se las separa de este horizonte ideológico-político para comprender sus
orígenes" ("Democracia Directa", El Mundo, Madrid, 8 de febrero de 1998). De
pronto el judío Levy deja Argelia y pasa a ocuparse de Francia, se lleva las
manos a la cabeza y exclama: "¿Qué hacer ante Jean-Marie Le Pen? …El Frente
Nacional… asegura ser ‘republicano’. ¡Craso error! Es un partido que, por sus
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