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La Falsificación de la Realidad
mundo periférico. En ese sentido son absolutamente memorables los párrafos
correspondientes del Testamento del Ayatollah Jomeini.
Pero en el mundo periférico, como siempre, hubo un agravante. Fueron muy
pocos los que percibieron la fractura, y muchos menos los que vieron en esa
fractura una oportunidad real para comenzar a "fabricar", por fin, la propia
historia, desde los hechos nuevos hasta las nuevas imágenes liberadoras. Si
Alemania no es la "maldad absoluta", el "nazi-fascismo criollo", el peronismo,
que es una consecuencia directa de la "segunda guerra mundial", podría ser
una cosa muy distinta de la imagen siniestra que sobre él se ha construido.
Sin embargo se había producido una fractura en el mundo. Había surgido no
una "clase revolucionaria" aprisionada en una ideología de corte occidental, sino
una potencia revolucionaria, poseedora de un espacio geopolítico y de una
ideología radicalmente antagónica con el mundo existente. La percepción de esa
fractura que provoca la emergencia de la potencia revolucionaria (el hecho
capital que un siglo antes tanto preocupó a los participantes del Congreso de
Viena) es anulada desde los dos ángulos de la realidad: desde lo establecido y
desde el revolucionarismo puramente social.
La perversión a que ha llegado el mundo real actual hace imposible seguir
pensando como antes: de que la única opción ante la conservación de lo real es
el progresismo. Esta perversión no puede ser sino el resultado de una historia
perversa que tachó de perversas a otras historias posibles. El final de la SGM es
el comienzo del Orden Mundial que aún hoy nos afecta. Ese mundo así
"ordenado" que nace allí, en ese momento, es por supuesto el resultado de una
evolución anterior, pero sobre todo es el nacimiento de un sistema distinto de
dominación y de explotación: el que hoy nos oprime. Es esa opresión
insoportable la que nos incita a revisar el pasado. Tal incitación, finalmente, es
la señal más clara de que estamos llegando al final de un proceso histórico, lo
que a su vez exige una radical transformación de las visiones historiográficas.
La revisión sistemática del pasado nos lleva a conclusiones extraordinarias:
La gran maldad de este siglo (Alemania-Holocausto) no es más que una ficción,
un Mito perverso.
La segunda guerra mundial, el acontecimiento más trascendente de este siglo,
no fue una responsabilidad exclusiva de Alemania sino, como mínimo, una
responsabilidad compartida con la URSS, por un lado, y con Occidente, por
otro.
Si bien es relativamente lógico poner como piso la "teoría de la responsabilidad
compartida", es asimismo posible avanzar hacia la hipótesis de la "no
responsabilidad alemana".
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