La Falsificación de la Realidad La Falsificación de la Realidad | Page 318

La Falsificación de la Realidad mundo periférico. En ese sentido son absolutamente memorables los párrafos correspondientes del Testamento del Ayatollah Jomeini. Pero en el mundo periférico, como siempre, hubo un agravante. Fueron muy pocos los que percibieron la fractura, y muchos menos los que vieron en esa fractura una oportunidad real para comenzar a "fabricar", por fin, la propia historia, desde los hechos nuevos hasta las nuevas imágenes liberadoras. Si Alemania no es la "maldad absoluta", el "nazi-fascismo criollo", el peronismo, que es una consecuencia directa de la "segunda guerra mundial", podría ser una cosa muy distinta de la imagen siniestra que sobre él se ha construido. Sin embargo se había producido una fractura en el mundo. Había surgido no una "clase revolucionaria" aprisionada en una ideología de corte occidental, sino una potencia revolucionaria, poseedora de un espacio geopolítico y de una ideología radicalmente antagónica con el mundo existente. La percepción de esa fractura que provoca la emergencia de la potencia revolucionaria (el hecho capital que un siglo antes tanto preocupó a los participantes del Congreso de Viena) es anulada desde los dos ángulos de la realidad: desde lo establecido y desde el revolucionarismo puramente social. La perversión a que ha llegado el mundo real actual hace imposible seguir pensando como antes: de que la única opción ante la conservación de lo real es el progresismo. Esta perversión no puede ser sino el resultado de una historia perversa que tachó de perversas a otras historias posibles. El final de la SGM es el comienzo del Orden Mundial que aún hoy nos afecta. Ese mundo así "ordenado" que nace allí, en ese momento, es por supuesto el resultado de una evolución anterior, pero sobre todo es el nacimiento de un sistema distinto de dominación y de explotación: el que hoy nos oprime. Es esa opresión insoportable la que nos incita a revisar el pasado. Tal incitación, finalmente, es la señal más clara de que estamos llegando al final de un proceso histórico, lo que a su vez exige una radical transformación de las visiones historiográficas. La revisión sistemática del pasado nos lleva a conclusiones extraordinarias: La gran maldad de este siglo (Alemania-Holocausto) no es más que una ficción, un Mito perverso. La segunda guerra mundial, el acontecimiento más trascendente de este siglo, no fue una responsabilidad exclusiva de Alemania sino, como mínimo, una responsabilidad compartida con la URSS, por un lado, y con Occidente, por otro. Si bien es relativamente lógico poner como piso la "teoría de la responsabilidad compartida", es asimismo posible avanzar hacia la hipótesis de la "no responsabilidad alemana". 318