Norberto Ceresole
Sabemos que la " normalidad " es-en sí misma- otra ficción: las situaciones " normales " son las que pretenden estar más allá del " fin de la historia ". Desde hace algunos años, los funcionarios europeos adscriptos al " pensamiento políticamente correcto " asignados a cuestiones internacionales se comportan con fanfarronería hegeliana, y así tratan con todos los Estados y grupos que todavía no han cruzado-según ellos- la frontera del " fin de la historia ". Actúan como si Europa y Occidente hubiesen llegado a la meta; y desde allí, desde esas alturas olímpicas, estuviesen dirigiendo y juzgando el curso de los acontecimientos mundiales. El resto del mundo protohistórico, en definitiva, estaría obligado a transitar el mismo derrotero que tuvo que recorrer Occidente para llegar hasta donde hoy ha llegado: no al " paraíso " del " fin de la historia ", sino a este inestable, caótico y neurótico purgatorio que todos conocemos muy bien.
Desde " más allá de la Historia " es muy difícil percibir la astucia de un Estadopueblo que " no tiene historia ", en el sentido corriente de los otros pueblos y Estados. El Estado de Israel no está en la proto-historia-como lo está el " mundo periférico- sino en la a-historia. Se pretende que el tiempo judío no sea un pasado, sino un recuerdo, algo que está siempre a la misma distancia del presente. El presente y el futuro ya están escritos en una Ley eterna y revelada ¿ Cómo podría ser normal una situación política así construida?
Las llamadas " sociedades democráticas " occidentales más que " normales ", han logrado constituir, provisoriamente, un estándar que pretenden imponer al resto del mundo, al menos como modelo: dicen que hemos llegado-en Occidente- a la eliminación de los conflictos. Pues bien, comparado con ese estándar, la sociedad israelí es lo contrario-exactamente lo opuesto- a la " normalidad democrática occidental ". Sin embargo, se insiste en la ficción, en la mitología y en la contramitología. Ya se habla abiertamente de los chantajes de Israel como si fueran reponsabilidad exclusiva de un gobierno de " extrema derecha ". Se dice, ahora públicamente, que Netanyahu es un gangster, porque emplea métodos obviamente gangsteriles; y se pretende convertir la nueva forma apocalíptica que ha asumido el terrorismo de Estado judío, en una cuestión relativa a los " errores " o a las prisas de un gobierno que " pervierte el mandato emitido por una sociedad básicamente sana ".
Lo que los políticos y los analistas occidentales saben y no dicen es que en Israel existe una estrategia perenne, que es una estrategia de conquista, y que ella tiene un fondo mesiánico-apocalíptico. Dentro de esa estrategia se ha podido verificar una larga secuencia de " alternancias " en el poder que-en absolutamente todos los casos- no fueron sino intrigas internas para desplazar a un líder " malo " y poner en su lugar a otro " bueno ", que continuara desarrollando exactamente la misma visión del mundo, pero ya con una opinión pública occidental-y, aun, árabe- " confundida " por el " cambio " y la esperanza de paz.
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