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La Falsificación de la Realidad
de la estructura poblacional final de la Argentina, el peronismo fue la expresión
política que ocupó el espacio prioritario, en tanto origina su perfil demográfico
fundacional. Fue el equivalente a la identidad nacional. Las gentes que
integraron el peronismo (que fue algo muy distinto al "partido justicialista"
actual, de matriz neoliberal) fueron las "gentes de la tierra".
A mediados de los años '40 de este siglo, a través del peronismo, se produjo una
extraordinaria fusión étnica en la Argentina: a partir de allí se originó el perfil
demográfico actual de ese país. En ese preciso sentido, el peronismo fue un
movimiento fundacional. Los oponentes del peronismo, quienes lo han
combatido de una manera violenta e inmisericorde, fueron todos, o casi todos,
miembros de una "raza blanca", parte de ella asquenazi, o asquenazi, (2) y, por
supuesto, no integrada. Naturalmente, en el peronismo hubo multitudes de
individuos provenientes de otras etnias y de otras culturas europeas. Pero ellos
estaban integrados, asimilados.
Que el combate peronismo-antiperonismo tenga hoy, también, una lectura
antropológica, es algo lógico y natural. Los miembros de la etnia esquenazi no
integrada eran -y son- una parte crecientemente significativa dentro del bloque
de los detentadores del poder económico, social y cultural. Es por eso que esa
clase-étnica (burguesía y pequeña burguesía blanca-judía) combatió al
peronismo de forma tan violenta, aunque "en representación" de la llamada
oligarquía, o burguesía terrateniente. Esa clase explotadora "representada"
había experimentado una importante disminución de poder durante los dos
primeros gobiernos, democráticamente consensuados, del general Perón.
La "revolución" que derriba al peronismo en 1955 fue una acción militar salvaje,
sangrienta al mejor estilo Libro de Josué, cometida por la etnia blanca no
integrada. Desde un principio, desde sus primeros esbozos organizativos en el
país, los judíos esquenazis se manifestaron violentamente antiperonistas, a
pesar de las enormes ventajas que les proporcionó el peronismo. Esa etnia
blanca no integrada reprodujo en la Argentina, con exactitud milimétrica, el
odio herzliano (3) y, en definitiva, toránico, hacia los indígenas, o "gentes de la
tierra". Esa actitud antropológica del judaísmo radicado en la Argentina
representó la más fuerte oposición a la fusión étnica y a las asimilaciones
culturales múltiples que facilitó el peronismo gobernante entre mediados de los
'40 y mediados de los años '50. En ese sentido, su coincidencia total y
sistemática con la "clase patricia"(4) fue emblemática.
Esa confluencia expresa algo más que un reiterado acuerdo político coyuntural
entre la "clase media blanca" y la hoy devenida oligarquía financiera, firme
sostén de la "globalidad". El judaísmo en la Argentina se instaló como
antiperonismo sistemático a partir de una firme alianza -hoy más fuerte que
nunca- entre sus orígenes marranos y su continuidad asquenazi. Ello significa
que su proyección política y, sobre todo, cultural, haya emergido de esa alianza
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