Norberto Ceresole
evaluado el número total de las víctimas de la solución final en 4,5 millones refutando así el número de los 6 millones, que Martin Broszat llamaba " simbólico ". Una corrección prácticamente oficial de las indicaciones numéricas se ha realizado recientemente, cuando el número de " cuatro millones " en la lápida conmemorativa del campo de Auschwitz se redujo a un millón. El conocido experto israelí Yehuda Bauer admitió, en principio, esta reducción, no obstante, resulta misterioso por qué estableció en sus publicaciones anteriores el número de las víctimas de Auschwitz entre un millón y tres millones y medio, manteniendo el número total de víctimas en 5,8 millones "( p. 312).
" Después de la guerra, a la vista de tantas víctimas, es comprensible que para las víctimas potenciales aun mucho más numerosas y las no víctimas sólo podía existir una opinión: que el nacionalsocialismo haya cometido los crímenes más horrendos de la historia del mundo, es más, que el " mal absoluto " había llegado a existir. Frente a crímenes singulares, es decir crímenes únicos, incomparables incluso frente al " mal absoluto ", la ciencia se tiene que callar. Su principio más elemental está en tela de juicio: que todos los fenómenos humanos guardan una relación con otros fenómenos, que deben comprenderse a partir de estas relaciones, que todas las reacciones espontáneas y emocionales- por muy poderosas que sean- deben distanciarse del pensamiento científico objetivo y que en ningún caso deben adoptarse " simplemente "( p. 15).
Estuve reunido con Ernst Nolte un total de unas ocho horas en Brunsmark, un pequeño pueblo alemán de Schleswig-Holstein, los días 20 y 24 de junio de 1997. Para mí fue una experiencia particularmente interesante porque no sólo viajé a Alemania para ese encuentro con el célebre historiador. Volví a ese país que tanta influencia tuvo sobre mis propias percepciones culturales, con grandes expectativas centradas en el futuro político europeo. La última vez había estado sólo en Ost-Deutchland, en Berlín Oriental y otras ciudades de la ex República Democrática, en 1989, pocos meses antes de la caída del muro. Curiosamente, mis anfitriones me habían llevada a Buchenwald, que ya se había convertido en un grotesco " museo de la memoria ". Y, por supuesto, no vi ningún " arma del crimen ", ni siquiera convertida en chatarra de la memoria. Créase o no, había en el Buchenwald que yo visité una extensa galería fotográfica-la " memoria " siempre queda reducida a una fotografía-que incluía a criminales de guerra, hasta llegar al mismísimo general Pinochet. No había en ella, por supuesto, ningún " soviético ".
Las muchas preguntas y respuestas que nos hicimos y que nos dimos respectivamente, Nolte y yo, en esas ocho horas de conversaciones, sirvieron para definir dos posiciones distintas y sobre todo, dos situaciones diferentes. Nolte es un profesor universitario alemán, es decir, un intelectual orgánicamente dependiente de una institucionalidad de posguerra, que ha llevado al límite un pensamiento sin romper en ningún momento con esa institucionalidad. No hay en Nolte ni una molécula de " subversión cultural ".
271