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Norberto Ceresole
El chantaje para lograr negociaciones cada vez más ruinosas para los intereses nacionales.
La asimilación de cualquier proyecto tecnológico militar argentino con un complot " nazi ".
El vaciamiento de un país
La dirigencia de las organizaciones de la comunidad judía siempre se destacó por su vocación antiasimilatoria respecto de la Argentina, y por una simultánea " transferencia de culpa " que proyecta sobre este país, cuya sociedad no judía- es decir, la inmensa mayoría de la población- es sistemáticamente acusada de " antisemita ".
Esas acusaciones crecen y se magnifican a través de un proceso cultural judaizante que sufre la clase media no judía, a partir del enorme control que sobre los aparatos culturales del país mantienen los judíos argentinos. El enemigo interno común de judíos y judaizados es el " bajo pueblo ", el " cabecita negra ", el argentino de la tierra que ingresa en las ciudades a partir de la industrialización de los años 40.
De todas las actividades que realizan las instituciones judías de " ayuda mutua ", verdadero corazón de la delegación, se destacan las educativas y culturales, que incluyen desde la enseñanza del hebreo hasta el viaje de los jóvenes, sistemáticamente organizado, a Israel. La educación y la cultura que emanan de las escuelas dependientes de esas instituciones tienden a formar a un judío cultural y religiosamente ubicado lo más lejos posible del país de residencia. Esas instituciones de ayuda mutua son las verdaderas formadoras de los " soldados de Israel " en el mundo, y las verdaderas desterradoras de los jóvenes que, nacidos en un país, pronto le dan la espalda, y si permanecen viviendo en él es para mejor actuar en favor del Estado judío: como agente de inteligencia, como recolector financiero, como lobby dentro del gobierno nativo, o como fuerza operativa( 20).
Los judíos aparentemente asimilados son otra gran fuente de poder del Estado de Israel, ya que convierten a las instituciones culturales del país dentro de las que trabajan en organismos de difusión de los intereses del Estado judío( 21).
Este tipo de lealtad horizontal fue plenamente ratificada por el jefe de la diplomacia israelí, Shimon Peres, quien en 1992 declaró que el atentado contra lo que es legalmente una organización cultural argentina( AMIA), " no quedará impune ", y que la intervención del Mossad en cuestiones de política interior argentina es un hecho claro y permanente. Trató públicamente a una institución legalmente argentina como a una institución dependiente del Estado de Israel.
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