La Euforia, Dionysos y el Crucificado Revista Innombrable - Aquí y Ahora | Page 22

con sus muros atardecidos

y sus lánguidos pilares.

Encima de sus cúpulas

nunca, algo humano ha sido

ni sus tronos ni sus leyes,

sus miserias y castigos.

El sonido se disloca

las palabras se disuelven

y sus mentiras no llegan

a estas alturas celestes.

El templo de informes voces

con sus fauces descarnadas

y sus ojos de espanto reta,

sentidos, materia y nada.

Logra guardar sus silencios

por el miedo de lo vivo

pues al que logra violarla

lo persiguen sus latidos.

Como una magra conciencia

como el deseo del veneno,

las cicatrices del tiempo

un cadáver en el lecho.

Que busca sus espaldas

y le besa detrás de la cabeza.

Cada culpa y cada miedo

cada odio, cada recuerdo.

Le acarician con dedos

de fantasma la cordura

hilando escalofríos

tejen hábilmente la locura.

Nadie abandona la sala de los ecos

Nadie sin decidirse a morir primero.

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