y el manantial de palabras impredecibles.
Alfa y omega de mis lágrimas.
Tu, tan sutil y doloroso
tembloroso y fugaz
agitando mi corazón de vidrio líquido
eres la luz que no veo nunca
y la esperanza que no me llega
el sonido clandestino que oigo en mi soledad
y mi corazón que grita al llorar:
eres el dolor que aún me punza.
Eres el objeto de todas mis dudas
la luz de mi oscuridad
que aún puedo ver alumbrar
el que me aviva y el que me derrumba
y en la sombra…
una sombra parecida a mí
como el cadáver intacto de una tumba.
El que me despertó para seguir mi lucha
el que hablando,
de mi pensamiento hizo una laguna.
El que escribiendo,
me animó a retomar mis ahuyentadas palabras.
El que viviendo redujo mis miedos
eres el rey de mis silencios.
El que existiendo
retomó en mí la dulzura.
El que viniendo a mí
me hundió en su penumbra
El que besándome
me hizo pisar la luna.
Eres el cerrajero de mi alma
mi paz y mi angustia.
El que en la muerte me hizo sentir viva,
llenó mi alma vacía
Y me rescató de la tumba.
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