La Esfera May. 2014 No.23 | Page 28

MENTIRAS LLENAS DE AMOR Naomi Macías Honti Esta es mi historia o parte de ella, pues esta no empieza conmigo sino con él. Esa mañana llevaba conmigo la mochila prácticamente vacía. Era una costumbre, en clases no solíamos usar ninguna libreta de apuntes o libro de texto. Para ser sinceros, era la razón de que me hubiera metido a esa preparatoria dos años atrás. El día anterior había encontrado en mi asiento una pequeña nota. Sencilla, sin ninguna firma y con letra apresurada. Me pedía que durante el cambio de hora me encontrara con la persona en el jardín este. La inocencia, quiero pensar, me llevó a enseñarles la nota a mis amigas. Era su culpa, por sus estúpidas suposiciones, que ahora me sintiera tan nerviosa. Durante toda la noche intenté tranquilizarme y reconocer la realidad: no había nada especial en mí. Pero eso era ayer y ahora me encontraba nerviosa y que la dicha persona no apareciera, no calmaba demasiado los nervios. Escuché pasos apresurados y enseguida busqué con la mirada al causante. Lo observé desde lejos sintiendo como mi corazón se aceleraba. ¿Era él? ¿Sería él quien había puesto la nota? Tonta, regresa a la realidad. Pero no pude apartar mis ojos de él mientras se acercaba. Me dirigió una rápida mirada, en cuanto nuestros ojos se encontraron apartó la mirada, se concentró en el camino frente a él. Pasó al lado de mí sin detenerse o aminorar el paso. Si mi corazón fuera de vidrio podría escuchar cómo se quebraba en pedazos. Como los pedazos rompían el silencio al caer al frio suelo. Sentí una mano en mi espalda. Me gire rápidamente, más para apartar la mirada del chavo que ahora se perdía en la distancia. Alguien desconocido me miraba con una sonrisa, mantuvo su mano en mi hombro. Ladeé la cabeza tratando de reconocerlo. Nada. Ni quién era, ni su cara. Si no me hubiera dado la nota, quizá nunca hubiera sabido siquiera que estábamos en la misma preparatoria. Su sonrisa era cálida y rápidamente me la contagió, sentí como el frio de la mañana iba desapareciendo de mi cuerpo. ― ¿Saldrías conmigo? ―preguntó sin rodeos. Miles de respuestas se alzaron en mi mente pero no logré decir ninguna. Una parte de mi quería aceptar, había algo en el que me llenaba de confianza y fuerza, quizá su sonrisa o sus ojos claros. Pero era lo mismo de antes, no sabía quién era. Y eso ahora me mortificaba. Quería saber qué le gustaba. Qué odiaba. Qué deporte practicaba. Qué hacía en su tiempo libre. Quería saberlo todo y aun no conocía nada― Sé que no me conoces y esto te puede parecer algo exagerado y rápido, no tengo nada que demuestre que voy en serio ni tu confianza ni tu amistad pero… Dejó las palabras en el aire sorprendido. De un momento a otro, yo, sólo yo con mis cinco sentidos y por mi propia voluntad, di un paso al frente y lo rodeé con mis brazos. No me pregunté qué me pasaba, no cuestioné mis acciones. No tenía sentido hacerlo, así como no hacerlo. En el fondo, sabía, que desde el momento que lo había visto ya había tomado mi decisión. ¿Quién es? ¿Qué importa? Ahora tenemos muchos días por delante para conocernos