LOCO
AMOR
Naomi Macías Honti
Acomodé el aparato en el
mismo lugar de siempre. Una
vez listo, me puse en mi lugar.
La mesa estaba decorada con
un mantel blanco, sólo eso, no
tenía ningún vaso o plato o
cubierto o decoración.
No, por supuesto que no.
Eso arruinaría todo por lo
que había trabajado. Miré a
mí alrededor, comprobando
con orgullo cómo los camareros seguían sus trabajos sin
prestarme atención. Así tenía
que ser. Observé con disimulo
la mesa, estaba lejos, como
siempre, pero no sería ningún
inconveniente.
No necesitaba escucharlos.
No necesitaba verlos.
Por ahora se encontraba solo
él sentado.
Esperé.
Eché una rápida mirada al
reloj. Se atrasaba, igual que
siempre.
La puerta del restaurante se
abrió, los cristales que colgaban sobre ella tocaron su melodía, y quedaba en mi espalda, así que me di la vuelta para
poder ver al recién llegado.
Un señor, algo mayor, se quitó
su abrigo mojado por la lluvia
y habló con el hombre que le
ofrecía llevarse su abrigo. No
era ella, por lo que me volví
a concentrar en el tic-tac del
reloj. Se atrasaba.
No tenía por qué
preocuparme, lo sabía pero la
preocupación no venía de mí.
Maldije en voz baja.
Pero no podía hacer nada, la
mesa no podía estar más lejos.
Podía imaginarme como él
se impacientaba, marcaba un
ritmo apresurado con los dedos sobre la mesa. Cada cierto
tiempo volvía a acomodarse
en el asiento, comprobando
sin disimulo que nada estuviera fuera de lugar.
Se pasaba la mano nerviosa
por el corto cabello y, observándose en el plato, admiraba
su reflejo.
Era normal, les pasaba a todos
pero yo ya no era como ellos.
La puerta se volvió a abrir,
el aire se coló por ella y trajo
consigo el olor de la calle y su
perfume. Sí, su perfume. Sólo
ella usaba ese, algo parecido a
flores pero cambiaba dependiendo de su humor como si
ella pudiera controlarlo.
Astrea caminó hacia la mesa
donde él (su nombre no tiene
importancia en esta historia)
la esperaba, tocó suavemente
su hombro para avisarle sobre
su llegada y sonrió. Oh, que
bella sonrisa, con ella atrapaba el corazón de los hombres
pero, aunque a mí también me
afectaba, logré salir del trance
y levantarme. Caminó hasta el
otro lado de la mesa donde la
esperaba su silla. Me paré
detrás de la silla vacía y la arrimé a la mesa al mismo tiempo
que ella se sentaba.
Durante el resto de la tarde
continuamos hablando. Bueno, yo hablaba. A pesar de que
no la veía, sabía cuándo reía y
cuándo hablaba. No la escuchaba pero, igual que siempre,
eso no era necesario. Al final
se despidió y, en cuanto la
puerta se cerró tras ella y su
perfume desapareció del aire,
fui a recoger el aparato. Igual
que tantas veces antes. Pagué
al mesero lo que le debía y
regresé a casa.
Mi madre me esperaba en el
mismo lugar. Sentada en el
sofá con la televisión prendida
pero sin llegar a ponerle atención. Me miró sonriente cómo
si fuera un perro que viera
llegar a su amo después de un
largo tiempo de espera. Asentí
mientras sacaba la memoria
del aparato y lo conectaba a la
televisión.
Aunque estaba a mis espaldas,
pude imaginarme como se le
borraba la sonrisa de su cara.
¿Por qué? Porque conozco
bien a la gente y logro predecir
sus sentimientos. ¿Por qué?
¿Por qué? ¿A caso alguien
puede explicar el porqué de
algunos dones? El video se
inició automáticamente: yo
esperando en la mesa; Astrea