La Esfera May. 2014 No.23 | Page 14

LOCO AMOR Naomi Macías Honti Acomodé el aparato en el mismo lugar de siempre. Una vez listo, me puse en mi lugar. La mesa estaba decorada con un mantel blanco, sólo eso, no tenía ningún vaso o plato o cubierto o decoración. No, por supuesto que no. Eso arruinaría todo por lo que había trabajado. Miré a mí alrededor, comprobando con orgullo cómo los camareros seguían sus trabajos sin prestarme atención. Así tenía que ser. Observé con disimulo la mesa, estaba lejos, como siempre, pero no sería ningún inconveniente. No necesitaba escucharlos. No necesitaba verlos. Por ahora se encontraba solo él sentado. Esperé. Eché una rápida mirada al reloj. Se atrasaba, igual que siempre. La puerta del restaurante se abrió, los cristales que colgaban sobre ella tocaron su melodía, y quedaba en mi espalda, así que me di la vuelta para poder ver al recién llegado. Un señor, algo mayor, se quitó su abrigo mojado por la lluvia y habló con el hombre que le ofrecía llevarse su abrigo. No era ella, por lo que me volví a concentrar en el tic-tac del reloj. Se atrasaba. No tenía por qué preocuparme, lo sabía pero la preocupación no venía de mí. Maldije en voz baja. Pero no podía hacer nada, la mesa no podía estar más lejos. Podía imaginarme como él se impacientaba, marcaba un ritmo apresurado con los dedos sobre la mesa. Cada cierto tiempo volvía a acomodarse en el asiento, comprobando sin disimulo que nada estuviera fuera de lugar. Se pasaba la mano nerviosa por el corto cabello y, observándose en el plato, admiraba su reflejo. Era normal, les pasaba a todos pero yo ya no era como ellos. La puerta se volvió a abrir, el aire se coló por ella y trajo consigo el olor de la calle y su perfume. Sí, su perfume. Sólo ella usaba ese, algo parecido a flores pero cambiaba dependiendo de su humor como si ella pudiera controlarlo. Astrea caminó hacia la mesa donde él (su nombre no tiene importancia en esta historia) la esperaba, tocó suavemente su hombro para avisarle sobre su llegada y sonrió. Oh, que bella sonrisa, con ella atrapaba el corazón de los hombres pero, aunque a mí también me afectaba, logré salir del trance y levantarme. Caminó hasta el otro lado de la mesa donde la esperaba su silla. Me paré detrás de la silla vacía y la arrimé a la mesa al mismo tiempo que ella se sentaba. Durante el resto de la tarde continuamos hablando. Bueno, yo hablaba. A pesar de que no la veía, sabía cuándo reía y cuándo hablaba. No la escuchaba pero, igual que siempre, eso no era necesario. Al final se despidió y, en cuanto la puerta se cerró tras ella y su perfume desapareció del aire, fui a recoger el aparato. Igual que tantas veces antes. Pagué al mesero lo que le debía y regresé a casa. Mi madre me esperaba en el mismo lugar. Sentada en el sofá con la televisión prendida pero sin llegar a ponerle atención. Me miró sonriente cómo si fuera un perro que viera llegar a su amo después de un largo tiempo de espera. Asentí mientras sacaba la memoria del aparato y lo conectaba a la televisión. Aunque estaba a mis espaldas, pude imaginarme como se le borraba la sonrisa de su cara. ¿Por qué? Porque conozco bien a la gente y logro predecir sus sentimientos. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿A caso alguien puede explicar el porqué de algunos dones? El video se inició automáticamente: yo esperando en la mesa; Astrea