LA ENEMIGA | Page 12

Pasé sin hacer ruido al cuarto donde papá guarda su caja de herramientas y cogí el cuchillo de monte y el más pesado de los martillos y, todavía de puntilla, tome una toalla del cuarto de baño y me fui al fondo del patio, junto al pozo muerto que ya nadie usa. Puse la toalla abierta sobre la yerba, coloque en ella la muñeca –que cerró los ojos como si presintiera el peligroy de tres violentos martillazos le pulvericé la cabeza.