No podía construir el refugio sin su
ayuda y me era imposible ocuparme
yo solo de la caza de mariposas y de
la clasificación de los sellos, aparte
de que me aburría mortalmente tirar
hacia arriba la pelota de béisbol y
apararla yo mismo.
Al cuarto día de la llegada de la
muñeca ya estaba convencido de
que tenía que hacer algo para
retornar las cosas a la normalidad
que su presencia había interrumpido.