LA CORTE DE LUCIFER - OTTO RAHN La Corte de Lucifer - Otto Rhan | Page 204
“las telas que envolvían su cabeza estaban empapadas de un líquido
perfumado con aspecto de aceite de Provenza. La masa encefálica
estaba tan fresca como la de una muerta reciente”. Su buen olor ya
antes había quedado establecido, Cuándo el contemporáneo de
Isabel y su primer biógrafo, Cesarius von Hesterbach, escribía
según informes proporcionados por testigos oculares: “Tres días
antes del traslado, que fue fijado para el primero de mayo, el prior
Ulricus (posiblemente Ulrico von Durne, un pariente directo de
aquel Rupert von Durne, cuyo huésped, Wolfram von Eschenbach,
en el castillo Wildenberg de Parzival cantó una estupenda canción
del Grial y de la Provenza), acompañado por siete hermanos, se
dirigió a altas horas de la noche a la capilla mortuoria, abrió las
puertas, sacó con palas la tierra de la tumba y, al ir abriendo el
féretro, lo fue envolviendo un olor extraordinariamente agradable.
Separaron la cabeza del cuerpo, con un cuchillo quitaron toda la
piel, la cabellera y la carne, para que la santa no tuviera un aspecto
aterrador”. Tres días más tarde, el emperador Federico hacía su
devota obra. Durante los siglos siguientes, los señores de la orden
alemana de Marburg, a cuya tutela habían sido confiadas las
reliquias, recogieron el aceite perfumado que sin cesar continuaba
siendo exudado por los huesos y lo vendieron caro como remedio
contra toda enfermedad imaginable. Entonces sobrevino lo peor y
lo más triste:
En el año 1250, en Eisenach, Sofía, hija mayor de Isabel, hizo
prestar juramento al margrave Heinrich von Meissen, sobre
una costilla de su madre. Aquel mismo año, la duquesa Anna
von Schleisien, nuera de la santa Hedwig, que era una tía de
Isabel, donó a la iglesia conventual de Trebnitz otra costilla
engarzada en oro y plata. Un brazo fue expedido por aquel
entonces a Hungría, patria de Isabel. En el siglo XVII un tal
Winkelmann, a quien conozco por una Descripción de Hesse,
vio en Altenburg cerca de Welzlar, además de las reliquias de la
hija menor de Isabel, Gertrude, una mano de la santa
guarnecida con oro y piedras preciosas. Un preboste Walter,
avecindado en Meissen, tenía en su poder la reliquia de un
dedo. ¿Qué había ocurrido? Pues bien: que los señores alemanes
habían trapicheado a la santa por pedazos...