LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 48
añadamos como anticipación de lo que ha de venir más tarde, bendito
el encuentro ocurrido en aquella tarde húmeda y morriñosa, toda ella
chorreando agua, toda ella incomodidad en lo material y en lo
espiritual, cuando bien sabemos que, salvo las excepciones resultantes
de una pérdida reciente, no es ése un estado del tiempo que incline a
los apesadumbrados a ir hasta el cementerio para llorar a sus difuntos.
No hay duda, el perro Encontrado tiene todo a su favor, podrá
quedarse donde quiera todo el tiempo que le apetezca. Y hay todavía
un otro motivo que redobla el alivio y la satisfacción de Cipriano Algor,
que es no tener ya que llamar a la puerta de la casa de los padres de
Marcial, vecinos también de la población y con quienes no tiene las
mejores relaciones, que forzosamente irían a peor si pasase delante de
su puerta sin hacerles caso. Además está convencido de que
Encontrado no les pertenece, las simpatías de los Gachos en
cuestiones caninas, desde que los conoce, siempre se inclinaron por los
molosos y otros perros de ese orden. Nos ha ido bien la mañana, dijo
Cipriano Algor al perro.
Pocos minutos después estaban en casa. Estacionada la furgoneta,
Encontrado miró fijamente al dueño, se dio cuenta de que por ahora
estaba dispensado de sus obligaciones de navegante y se apartó, no
en dirección a la caseta, sino con el aire inconfundible de quien acaba
de decidir que ha llegado el momento del reconocimiento de los sitios.
Le pongo una correa, se preguntó inquieto el alfarero, y después, al
observar las maniobras del perro, que olisqueaba y marcaba el
territorio con orina, ora aquí, ora allá, No, no creo que sea necesario
tenerlo atado, si quisiera ya habría huido. Entró en casa y oyó la voz
de la hija que hablaba por teléfono, Espera, espera, padre acaba de
llegar. Cipriano Algor tomó el auricular y, sin preámbulos, preguntó,
Hay alguna novedad. Al otro lado de la línea, tras un instante de
silencio, Marcial Gacho procedió como quien considera que ésta no es
la manera más adecuada de iniciar una conversación entre dos
personas, suegro y yerno, que llevan una semana de las antiguas sin
tener noticias uno del otro, por eso dio tranquilamente los buenos días,
preguntó qué tal le ha ido, padre, a lo que Cipriano Algor respondió
con otros buenos días, más secos, y, sin pausa u otra especie de
transición, He estado esperando, una semana entera esperando, me
gustaría saber qué sentirías tú si estuvieses en mi lugar, Perdone, sólo
esta mañana he conseguido hablar con el jefe del departamento,
explicó Marcial desistiendo de hacerle notar al suegro, incluso de modo
indirecto, la inmerecida brusquedad con que lo estaba tratando, Y qué
te ha dicho él, Que todavía no han decidido, pero que su caso no es el
único, mercancías que interesaban y dejan de interesar es una rutina
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