LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 222
excusado sería decirlo, es el propio Centro en que vive. Lo conoce,
evidentemente, desde antes, en todo caso menos de lo que conoce la
ciudad, porque nunca ha conseguido guardar en la memoria los
trayectos de las contadas veces que ha entrado, siempre con la hija,
para hacer algunas compras. Ahora, por decirlo así, el Centro es todo
suyo, se lo han puesto en una bandeja de sonido y de luz, puede
vaguear por él tanto cuanto le apetezca, regalarse de música fácil y de
voces invitadoras. Si, cuando vinieron para conocer el apartamento,
hubieran utilizado un ascensor del lado opuesto, habría podido
apreciar, durante la vagarosa subida, aparte de nuevas galerías,
tiendas, escaleras mecánicas, puntos de encuentro, cafés y
restaurantes, muchas otras instalaciones que en interés y variedad
nada les deben a las primeras, como son un carrusel con caballos, un
carrusel con cohetes espaciales, un centro para niños, un centro para
tercera edad, un túnel del amor, un puente colgante, un tren
fantasma, un consultorio de astrólogo, un despacho de apuestas, un
local de tiro, un campo de golf, un hospital de lujo, otro menos lujoso,
una bolera, una sala de billares, una batería de futbolines, un mapa
gigante, una puerta secreta, otra con un letrero que dice experimente
sensaciones naturales, lluvia, viento y nieve a discreción, una muralla
china, un taj-mahal, una pirámide de egipto, un templo de karnak, un
acueducto de aguas libres que funciona las veinticuatro horas del día,
un convento de mafra, una torre de los clérigos, un fiordo, un cielo de
verano con nubes blancas flotando, un lago, una palmera auténtica, un
tiranosaurio en esqueleto, otro que parece vivo, un himalaya con su
everest, un río amazonas con indios, una balsa de piedra, un cristo del
concorvado, un caballo de troya, una silla eléctrica, un pelotón de
ejecución, un ángel tocando la trompeta, un satélite de
comunicaciones, una cometa, una galaxia, un enano grande, un
gigante pequeño, en fin, una lista hasta tal punto extensa de prodigios
que ni ochenta años de vida ociosa serían suficientes para disfrutarlos
con provecho, incluso habiendo nacido la persona en el Centro y no
habiendo salido nunca al mundo exterior.
Excluida por manifiesta insuficiencia la contemplación de la ciudad y
sus tejados tras las ventanas del apartamento, eliminados los parques
y los jardines por no haber llegado Cipriano Algor a un estado de
ánimo que se pueda clasificar como de desesperación definitiva o de
náusea absoluta, dejadas a un lado por las poderosas razones ya
expendidas las tentadoras pero problemáticas visitas de desahogo
sentimental y físico a Isaura Madruga, lo que le quedaba al padre de
Marta, si no quería pasar el resto de su vida bostezando y dando,
figuradamente, con la cabeza en las paredes de su cárcel interior, era
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