LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 196

cuenta la aproximación de la hora del almuerzo, significaba otra imperiosa necesidad del cuerpo. Cipriano Algor lo acarició, torciéndole levemente una oreja, Tenemos que esperar a que Marta nos llame, muchacho, no estaría bien que el perro de la casa coma antes que sus dueños, hay que respetar la jerarquía, dijo. Después, a Marcial, como si la idea se le hubiese ocurrido en ese instante, Encenderé hoy el horno, Dijo que sólo lo encendería mañana, cuando regresase del Centro, Lo he pensado mejor, será una manera de estar ocupado mientras descansáis, o, si preferís, aprovecháis la furgoneta y dais un paseo, probablemente, después de la mudanza, no os apetecerá salir de la casa nueva tan pronto, y menos aún por estos lugares, Si vendremos aquí, o no, y cuándo, es un asunto que ya se verá, lo que quiero que me diga es si realmente cree que soy hombre para salir de paseo con Marta y dejarlo solo echando leña en el fogón, Puedo hacerlo sin ayuda, Claro que sí, pero, ya puestos, si no le importa, a mí también me gustaría ser parte activa en esta última vez que se enciende el horno, si es que va a ser la última vez, Comenzaremos después del almuerzo, si es eso lo que quieres, De acuerdo, Recuerda, por favor, ni una palabra sobre el asunto del sondeo, Quédese tranquilo. Con el perro detrás se encaminaron a la casa, y estaban a pocos metros cuando Marta apareció ante la puerta de la cocina, Venía a llamarlos, dijo, el almuerzo está listo, Primero voy a darle de comer al perro, el viaje le ha abierto el apetito, dijo el padre, Su comida está allí, apuntó Marta. Cipriano Algor tomó el cazo y dijo, Ven conmigo, Encontrado, menos mal que no eres una persona, si lo fueses ya habrías empezado a desconfiar de los cuidados y atenciones con que últimamente te estamos tratando. El cuenco de Encontrado estaba, como siempre, al lado de la caseta, y hacia ella se dirigió Cipriano Algor. Vertió el contenido del cazo dentro y se quedó un momento viendo comer al perro. En la cocina, Marcial decía, Vamos a encender el horno después del almuerzo, Hoy, se extrañó Marta, Tu padre no quiere dejar trabajo para mañana, No había prisa, teníamos tres días de descanso, El sabrá sus razones, Y, como de costumbre, sus razones sólo él las conoce. Marcial consideró preferible no responder, la boca es un órgano que será de más confianza cuanto más silencioso se mantenga. Poco después Cipriano Algor entró en la cocina. La comida ya estaba en la mesa, Marta servía. Poco después el padre dirá, Encenderemos el horno hoy, y Marta responderá, Ya lo sé, Marcial me lo ha dicho. Con estas u otras palabras se ha recordado aquí que todos los días pasados fueron vísperas y todos los días futuros lo han de ser. Volver a ser víspera, al menos por una hora, es el deseo imposible de cada ayer 196