LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 194

esta altura mi hijo ya haya tomado la sabia decisión de nacer hija, Por qué, preguntó Marcial, Porque la pobre madre no tendría fuerzas para soportar sola y desamparada la suficiencia del padre y del abuelo. Se repitió la risa, felizmente no pasaban por allí los padres de Marcial, pensarían que los Algores se reían a su costa, engañando al hijo hasta el punto de que también se riera de aquellos que le habían dado el ser. Las últimas casas del pueblo habían quedado atrás. Encontrado ladró de alegría al ver surgir en lo alto de la cuesta el tejado de la alfarería, el moral, la parte de arriba de una pared lateral del horno. Dicen los entendidos que viajar es importantísimo para la formación del espíritu, sin embargo no es preciso ser una luminaria del intelecto para comprender que los espíritus, por muy viajeros que sean, necesitan volver de vez en cuando a casa porque sólo en ella consiguen alcanzar y mantener una idea pasablemente satisfactoria acerca de sí mismos. Marta dijo, Vamos hablando de incompatibilidades familiares, de vergüenzas, de humillaciones, de vanidades, de monótonas y mezquinas ambiciones, y no tenemos un pensamiento para este pobre animal que no puede imaginar que de aquí a diez días ya no estará con nosotros. Yo sí pienso, dijo Marcial. Cipriano Algor no habló. Soltó la mano derecha del volante y, como le haría a un niño, la pasó por la cabeza del perro. Cuando la furgoneta paró junto al alpendre de la leña, Marta fue la primera en salir, Voy a hacer el almuerzo, dijo. Encontrado no esperó que abriesen su puerta, se escabulló entre los dos asientos delanteros, saltó sobre las piernas de Marcial y salió disparado hacia el horno, con la vejiga súbitamente sobresaltada reclamando urgente satisfacción. Marcial dijo, Ahora que estamos solos, cuénteme cómo ha sido la entrega de la mercancía, Sin novedad, como de costumbre, entregué los albaranes, descargué las cajas, se hizo el recuento, el empleado que atendía examinó los muñecos uno por uno y no encontró nada mal, ninguno estaba roto, y las pinturas no tenían ningún desconchón, hiciste un excelente trabajo cuando los embalaste, Nada más, Por qué lo preguntas, Desde ayer tengo la impresión de que está escondiendo algo, Te he contado lo que pasó, sin ocultar nada, En este momento no me refería a la entrega de la mercancía, me ronda esta idea desde que me recogió en el Centro, Entonces, a qué te refieres, No sé, estoy a la espera de que me explique, por ejemplo, los enigmáticos sobrentendidos de la conversación de ayer noche, durante la cena. Cipriano Algor se quedó callado, tamborileaba con los dedos sobre el arco del volante, como si estuviera decidiendo, según fuera par o impar el número final del redoble, qué respuesta daría. Finalmente dijo, Ven conmigo. Salió de la furgoneta y, seguido de Marcial, avanzó hacia el horno. Tenía ya la 194