LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 141
ha metido ahí, si ha sido por dárselas de héroe romántico a la espera
de que una pared le revele los secretos de la vida, me parece
simplemente ridículo, pero si su intención va más lejos, si su intención
es inmolarse en el fuego, por ejemplo, sepa desde ya que el Centro se
negará a asumir cualquier responsabilidad por la defunción, eso es lo
que nos faltaba, que vengan a culparnos de los suicidios cometidos por
personas incompetentes que van a la quiebra por no haber sido
capaces de entender las reglas del mercado. Cipriano Algor no volvió la
cabeza hacia la puerta, aunque tenía la certidumbre de que ya podría
hacerlo, sabía que el sueño acabó, que nada le impediría levantarse
del banco de piedra cuando quisiera, sólo una duda le perturbaba
todavía, es cierto que absurda, es cierto que estúpida, sin embargo
comprensible si tenemos en consideración el estado de perplejidad
mental en que lo ha dejado el sueño de tenerse que ir a vivir al
mismísimo Centro que acababa de despreciarle el trabajo, y esa duda,
a ella vamos, no se nos ha olvidado, tiene que ver con el banco de
piedra. Cipriano Algor se pregunta si se habría llevado un banco de
piedra a la cama o si se despertará cubierto de rocío en el otro banco
de piedra, el de las meditaciones, los sueños humanos son así, a veces
eligen cosas reales y las transforman en visiones, otras veces al delirio
lo ponen a jugar al escondite con la realidad, por eso es tan frecuente
que nos sintamos perplejos, el sueño tirando de un lado, la realidad
empujando de otro, en buena verdad la línea recta sólo existe en la
geometría, y aun así no pasa de una abstracción. Cipriano Algor abrió
los ojos. Estoy en la cama, pensó con alivio, y en ese instante se dio
cuenta de que la memoria del sueño estaba huyendo, que sólo
conseguiría retener unos cuantos fragmentos, y no supo si debería
alegrarse con lo poco o entristecerse con lo excesivo, también muchas
veces sucede esto después de haber soñado. Todavía era de noche,
pero la primera mudanza del cielo, anunciadora de la madrugada, no
tardaría en manifestarse. Cipriano Algor no volvió a dormirse. Pensó en
muchas cosas, pensó que su trabajo se tornaba definitivamente inútil,
que la existencia de su persona dejaba de tener justificación suficiente
y medianamente aceptable, Soy un engorro para ellos, murmuró, en
ese instante un retazo del sueño se le apareció con toda nitidez, como
si hubiese sido recortado y pegado en una pared, era el jefe del
departamento de compras que le decía, Si su intención es inmolarse en
el fuego, querido señor, que le haga buen provecho, le aviso, no
obstante, de que no forma parte de las extravagancias del Centro, si
algunas tiene, mandar representantes y coronas de flores a los
funerales de sus antiguos suministradores. Cipriano Algor vuelve a
caer en el sueño por momentos, regístrese a propósito, y antes de que
141