LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 132
siempre se encuentra a alguien capaz de comprender las razones
ajenas, incluso las de aquellos que, por mudez de naturaleza, o
insuficiencia de vocabulario, no supieron o no les llegó la lengua para
explicarlas, No era necesario pegarle, padre, sólo estaba curioseando,
dijo Marta. Lo más seguro es que el propio Cipriano Algor no haya
querido hacerle daño al perro, le salió así por la fuerza del instinto,
que, al contrario de lo que generalmente se piensa, los seres humanos
todavía no han perdido ni están cerca de perder. Convive éste pared
con pared con la inteligencia, pero es infinitamente más rápido que
ella, por eso la pobrecilla queda tantas veces en ridículo y es desairada
en tantas ocasiones, es lo que ha sucedido en este caso, el alfarero
reaccionó al miedo de ver destruido lo que tanto esfuerzo le había
costado de la misma manera que la leona a la ansiedad de ver en
peligro a su cría. No todos los creadores se distraen de sus criaturas,
sean éstas cachorros o muñecos de barro, no todos se van y dejan en
su lugar la inconstancia de un céfiro que sopla de vez en cuando, como
si nosotros no tuviésemos esta necesidad de crecer, de ir al horno, de
saber quiénes somos. Cipriano Algor llamó al perro, Ven aquí,
Encontrado, ven aquí, de hecho no hay quien consiga comprender a
estos bichos, pegan y en seguida van a acariciar a quienes han
pegado, les pegan y en seguida van a besar la mano que les ha
pegado, es posible que todo esto no sea nada más que una
consecuencia de los problemas que venimos teniendo, desde el remoto
comienzo de los tiempos, para entendernos unos a otros, nosotros, los
perros, nosotros, los humanos. Encontrado ya se ha olvidado del
manotazo recibido, pero el dueño no, el dueño tiene memoria, lo
olvidará mañana o dentro de una hora, pero por el momento no
puede, en casos así la memoria es como aquel toque instantáneo de
sol en la retina que deja una quemadura en la superficie, cosa leve, sin
importancia, pero que molesta mientras dura, lo mejor será llamar al
perro, decirle, Encontrado, ven aquí, y el perro irá, va siempre, si está
lamiendo la mano que lo acaricia es porque ésa es la manera de besar
de los perros, en poco tiempo desaparecerá la quemadura, la visión se
normalizará, y será como si nada hubiera ocurrido.
Cipriano Algor echó cuenta de la leña y la encontró poca. Durante años
había andado complaciéndose en la idea de que habría de llegar la
hora en que el viejo horno de leña sería derribado para que en su lugar
surgiera un horno nuevo, de los modernos, de esos que trabajan con
gas, capaces de ofrecer temperaturas altísimas, rápidos de calentar y
de excelentes resultados en la cocción. En el fondo de sí mismo, sin
embargo, intuía que nunca tal acabaría sucediendo, en primer lugar
por el mucho dinero que la obra exigiría, fuera de su alcance, pero
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