LA CAVERNA DE SARAMAGO Saramago, Jose - La caverna | Page 117
Con apreciable y tranquilizadora unanimidad sobre el significado de la
palabra, los diccionarios definen como ridículo todo cuanto se muestre
digno de risa y chanza, todo lo que merezca escarnio, todo lo que sea
irrisorio, todo lo que se preste a lo cómico. Para los diccionarios, la
circunstancia parece no existir, aunque, obligatoriamente requeridos a
explicar en qué consiste, la llamen estado o particularidad que
acompaña a un hecho, lo que, entre paréntesis, claramente nos
aconseja no separar los hechos de sus circunstancias y no juzgar unos
sin ponderar otras. Sea pues ridículo de modo supino este Cipriano
Algor que se extenúa bajando la pendiente de la cueva cargando en los
brazos la indeseada loza en vez de simplemente lanzarla desde arriba
a voleo, reduciéndola in continenti a cascotes, que fue como
despreciativamente la clasificó al describirle a la hija los trámites y
episodios de la traumática operación de transbordo. No hay, sin
embargo, límites para el ridículo. Si algún día, como Marta presumió,
un muchacho de la aldea rescata del amontonamiento y se lleva a casa
un plato rajado, podremos tener la seguridad de que el inconveniente
defecto ya venía del almacén, o quizá, por el inevitable entrechocar de
los barros, provocado por las irregularidades de la carretera, se
produjera durante el transporte desde el Centro hasta la cueva. Basta
ver con qué precauciones baja Cipriano Algor el declive, con qué
atención posa en el suelo las diferentes piezas de loza, cómo las coloca
hermanas con hermanas, cómo las encaja cuando es posible y
aconsejable, bastará ver la irrisoria escena que se ofrece ante nuestros
ojos para afirmar que aquí no se ha partido ni un solo plato, ni una
taza ha perdido su asa, ninguna tetera se ha quedado sin pico, la loza
apilada cubre en filas regulares el recodo de suelo escogido, rodea los
troncos de los árboles, se insinúa entre la vegetación baja, como si en
algún libro de los grandes estuviese escrito que sólo de esta manera
debería quedar ordenada hasta la consumación del tiempo y la
improbable resurrección de los restos. Se diría que el comportamiento
de Cipriano Algor es absolutamente ridículo, pero aun en este caso
sería bueno que no olvidásemos la importancia decisiva del punto de
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