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La casa de los espíritus
Isabel Allende
con canela y azúcar y arropados en sus chales brindaron por la cara que pondría el
abuelo cuando se diera cuenta que lo habían robado, riéndose hasta que les saltaron
las lágrimas.
-¡Si no fueras mi tío, me casaría contigo! -bromeó Alba.
-¿Y Miguel?
-Sería mi amante.
A Jaime no le pareció divertido y el resto del paseo estuvo huraño. Esa noche se
metieron cada uno en su saco de dormir, apagaron la lámpara de parafina y se
quedaron en silencio. Alba se durmió rápidamente, pero Jaime se quedó hasta el
amanecer con los ojos abiertos en la oscuridad. Le gustaba decir que Alba era como su
hija, pero esa noche se sorprendió deseando no ser su padre o su tío, sino ser
simplemente Miguel. Pensó en Amanda y lamentó que ya no pudiera conmoverlo,
buscó en su memoria el rescoldo de aquella pasión desmedida que una vez sintió por
ella, pero no pudo encontrarlo. S