LA CASA DE LAS DOS PALMAS la casa de las dos palmas | Page 11
conquista. “Castrar al sol” a eso vinieron los Dzules. Es la fatalidad, nadie escapará. El engaño, la esperanza
de que esos dioses serán buenos. La evangelización y sus extravíos. La exterminación y el suicidio. Pero El
Kogui detiene la última palabra: “Sólo podremos vivir si el recuerdo de quienes nos sigan es un recuerdo
leal”. Así fue el de Manuel Mejía Vallejo. Dio una segunda vida a esos pueblos que se resisten a morir, viven a
escondidas con sus dioses, sus verdades.
El camino de Guatemala no llevó directamente a Los abuelos de cara blanca , se detuvo en un
páramo del Suroeste de Antioquia primero. Las criaturas y la flora fantástica de Las noches de la vigilia (30)
pertenecen a ese mismo mundo Los indígenas viven rodeados de regiones desconocidas, habitadas por
muertos, animales que se transforman en hombres o viceversa, por la noche y los temibles fenómenos
naturales. Imaginarlos, hablar de ellos es conjurarlos, hacerlos entrar a su círculo familiar, luego a la memoria
ancestral. Es también interrogarse sobre la creación, las facultades del hombre. No es extraño entonces el
relato de los Andoques (31) “La búsqueda del sueño”. A la abuelita, doña Sueño, madre del sueño y de la
noche, Garza-de-centro manda al murciélago Noé y a su hermano Ose a buscar el sueño:
- ¡ Abuelita, abuelita, abuelita, abuelita! Y nada que se levantaba. Le golpearon la rodilla con la
coca. Ahí sí contestó: “¿Qué fue mis hijos ¿Qué quieren?” Ellos le preguntan si hay sueño y ella
contesta: “Sí, mis hijos, hay sueño. Pero ¿en qué se lo van a llevar? - Traemos una hoja de una
mata, larguita y tiesa”. Ella cogió el sueño del párpado derecho, y luego del párpado izquierdo. Lo
echó en la hoja y la dobló. Se la pasó a ellos y les dijo: “¿Cuál será ese hombre que no duerme?
Rompa la pared de su maloca por la parte de atrás y por la otra parte sóplenle en la nuca para que
le llegue el sueño. Al rato comenzará a bostezar: entonces sí suelta la hoja”.
Luego los murciélagos curiosos abren el paquete, caen dormidos y:
“El sueño se volvió a donde doña Sueño, a donde su mamá”.
Uno se puede enterar, también, así por casualidad, de alguien que capturó el viento y lo tuvo en una
jaula o de otro que amarró el sol en el cielo con una llama para que no termine el día. ¿Y no les han contado
de un padre que tenía la noche en su casa para que no se perdieran las cosas o de un caballo que se volvía
chiquito cuando lo miraba un niño? Y la conclusión frente al fuego: “Como lo sé te lo conté; lo que contaba mi
abuelito te lo conté. Esto que hablé, mi abuelito me lo contó”.