-Yo no soy como tú, Mack.
No era un desdén; de hecho era una simple declaración. Pero Mack la sintió como un
chorro de agua fría.
-Soy Dios. Soy el que soy. Y a diferencia de ti, mis alas no pueden ser cortadas.
-Bueno, eso es maravilloso para ti, ¿pero dónde me deja exactamente eso? -estalló
Mack, con un tono más irritado del que habría querido.
Papá acarició al pajarito, lo acercó a su rostro y dijo:
-¡Justo en el centro de mi amor! -mientras ambos unían pico con nariz.
-Estoy pensando que probablemente esa ave entiende mejor que yo -fue lo más que
Mack pudo decir.
-Lo sé, mi cielo. Por eso estamos aquí. ¿Por qué crees que te dije: "Yo no soy como
tú"?
-No tengo la menor idea. Digo, Dios eres tú, no yo.
No pudo evitar el sarcasmo en su voz, pero ella lo ignoró por completo.
-Sí, pero no exactamente. Al menos no en la forma en que tú piensas. Mackenzie, yo
soy lo que algunos dirían "santo, y absolutamente diferente a ti". El problema es que
muchas personas tratan de entender en cierta medida lo que soy tomando la mejor
versión de sí mismas, proyectando eso al enésimo grado, factorizando toda la bondad
que pueden percibir, que a menudo no es mucha, y luego llaman Dios a eso. Y aunque
esto podría parecer un noble esfuerzo, la verdad es que es lastimosamente insuficiente
en cuanto a lo que en realidad soy. No soy sólo la mejor versión de ti que puedes pen-
sar. Soy mucho más que eso, arriba y más allá de todo lo que puedes pedir o pensar.
-Lo siento, pero para mí todas ésas no son más que palabras. No tienen mucho sentido
-Mack se alzó de hombros.
-Aunque al final no puedas entenderme, ¿sabes qué? Sigo queriendo que me conoz-
cas.
-Hablas de Jesús, ¿verdad? ¿Esto es una especie de "tratemos de entender a la Trini-
dad"?
Ella se rió.