-Sólo recuerda -dijo, volteando hacia Mack- que tendrás que limpiar lo que atrapes.
Luego, con una rápida sonrisa, desapareció dentro de la cabaña, armada del abrigo de
invierno de Mack y cargando aún la pistola con dos dedos, a prudente distancia.
Mack se había quedado efectivamente con la boca abierta y una expresión de azoro
pegada a la cara. Apenas si notó que Jesús se acercaba y rodeaba con un brazo su
hombro. Sarayu parecía haberse evaporado.
-¿No es maravillosa? -le preguntó Jesús, sonriendo.
Mack lo miró, sacudiendo la cabeza.
-¿Me estoy volviendo loco? ¿Se supone que debo creer que Dios es una corpulenta
mujer negra con un cuestionable sentido del humor?
Jesús echó a reír.
-¡Ella es fenomenal! Siempre puedes contar con que hará cosas inesperadas. Le en-
cantan las sorpresas; y aunque no lo creas, es excelente para elegir el momento per-
fecto.
-¿De veras? -preguntó Mack, sacudiendo aún la cabeza y sin saber si de verdad debía
creer eso-. ¿Entonces ahora qué se supone que debo hacer?
-No se supone que debas hacer nada. Eres libre de hacer lo que quieras. -Jesús hizo
una pausa y luego continuó, dando sugerencias a Mack para ayudarle-. Yo estoy ha-
ciendo un trabajo de carpintería en el cobertizo. Sarayu está en el jardín. O podrías ir a
pescar, a pasear en canoa o a entrar a platicar con Papá.
-Bueno, por alguna razón me siento obligado a ir y platicar con él... oh... con ella.
-¡ Ah! -Jesús se puso serio-, no vayas por obligación. Eso no te ganará puntos aquí. Ve
porque es lo que deseas hacer.
Mack pensó un momento y decidió que entrar a la cabaña era realmente lo que quería
hacer. Dio las gracias a Jesús, quien sonrió, se volvió y se dirigió a su taller mientras
Mack atravesaba el portal hasta la puerta. Estaba solo otra vez; pero, tras una rápida
mirada a su alrededor, abrió con cuidado. Metió la cabeza, vaciló y decidió aventurarse:
-¿Dios? -preguntó tímidamente y sintiéndose algo más que un poco loco.
-¡Estoy en la cocina, Mackenzie! ¡Sólo sigue mi voz!
Entró y examinó la habitación. ¿Podía ser ése el mismo lugar? Tembló por el murmullo
de acechantes y oscuros pensamientos, y los expulsó de nuevo. Al otro lado del recin-