lla de un prístino lago, apenas ochocientos metros más allá, alimentado por un arroyo
en cascada a cien metros de distancia. Un siglo antes, ésta había sido quizá la casa de
un colono. Tenía dos habitaciones de regular tamaño, suficientes para alojar a una fa-
milia pequeña. Lo más probable era que desde entonces hubiese servido como choza
ocasional de un cazador, autorizado o furtivo.
Cuando Mack y sus amigos llegaron, el cielo empezaba a desplegar los grises previos
al amanecer. Un campamento base se había instalado a considerable distancia de la
derruida choza para preservar la escena del crimen. En cuanto el grupo de Wikowsky
descubrió el lugar, se había enviado a rastreadores con perros en diferentes direccio-
nes para intentar localizar algún olor. Ocasionalmente, los ladridos indicaban que se
había hallado algo, sólo para perder el rastro en seguida. Todos habían vuelto ya, para
reagruparse y planear la estrategia del día.
La agente especial Samantha Wikowsky estaba sentada a una mesa de juego trazando
unos mapas y bebiendo una enorme botella de agua helada cuando Mack llegó. La
agente le ofreció una sonrisa lúgubre, que él no le devolvió, y una botella extra, que
aceptó. Los ojos de Wikowsky parecían tristes y abatidos, pero sus palabras eran toda
agitación.
-Oiga, Mack... -vaciló ella-. ¿Por qué no jala una silla?
Mack no quería sentarse. Tenía que hacer algo para que el estómago dejara de darle
vueltas. Presintiendo dificultades, se quedó de pie y esperó a que ella continuara.
-Mack, encontramos algo, pero no son buenas noticias.
Él buscó a tientas las palabras correctas.
-¿Encontraron a Missy?
Era la pregunta cuya respuesta no quería oír, pero que necesitaba desesperadamente
saber.
-No. -Sam hizo una pausa y empezó a levantarse-. Pero necesito que venga a identifi-
car algo que hallamos en la vieja cabaña. Debo saber si era... -Se detuvo, pero ya era
demasiado tarde-. Si es de Missy, quiero decir.
Él bajó la mirada. Volvió a sentir como si tuviera un millón de años, y casi deseó poder
convertirse en una roca enorme e insensible.
-Oh, Mack, lo siento mucho -se disculpó Sam, parándose-. Mire, podemos dejar esto
para después si prefiere. Sólo pensé...