LA CABAÑA La Cabana - W. Paul Young | Page 42

lla de un prístino lago, apenas ochocientos metros más allá, alimentado por un arroyo en cascada a cien metros de distancia. Un siglo antes, ésta había sido quizá la casa de un colono. Tenía dos habitaciones de regular tamaño, suficientes para alojar a una fa- milia pequeña. Lo más probable era que desde entonces hubiese servido como choza ocasional de un cazador, autorizado o furtivo. Cuando Mack y sus amigos llegaron, el cielo empezaba a desplegar los grises previos al amanecer. Un campamento base se había instalado a considerable distancia de la derruida choza para preservar la escena del crimen. En cuanto el grupo de Wikowsky descubrió el lugar, se había enviado a rastreadores con perros en diferentes direccio- nes para intentar localizar algún olor. Ocasionalmente, los ladridos indicaban que se había hallado algo, sólo para perder el rastro en seguida. Todos habían vuelto ya, para reagruparse y planear la estrategia del día. La agente especial Samantha Wikowsky estaba sentada a una mesa de juego trazando unos mapas y bebiendo una enorme botella de agua helada cuando Mack llegó. La agente le ofreció una sonrisa lúgubre, que él no le devolvió, y una botella extra, que aceptó. Los ojos de Wikowsky parecían tristes y abatidos, pero sus palabras eran toda agitación. -Oiga, Mack... -vaciló ella-. ¿Por qué no jala una silla? Mack no quería sentarse. Tenía que hacer algo para que el estómago dejara de darle vueltas. Presintiendo dificultades, se quedó de pie y esperó a que ella continuara. -Mack, encontramos algo, pero no son buenas noticias. Él buscó a tientas las palabras correctas. -¿Encontraron a Missy? Era la pregunta cuya respuesta no quería oír, pero que necesitaba desesperadamente saber. -No. -Sam hizo una pausa y empezó a levantarse-. Pero necesito que venga a identifi- car algo que hallamos en la vieja cabaña. Debo saber si era... -Se detuvo, pero ya era demasiado tarde-. Si es de Missy, quiero decir. Él bajó la mirada. Volvió a sentir como si tuviera un millón de años, y casi deseó poder convertirse en una roca enorme e insensible. -Oh, Mack, lo siento mucho -se disculpó Sam, parándose-. Mire, podemos dejar esto para después si prefiere. Sólo pensé...