LA CABAÑA La Cabana - W. Paul Young | Page 32

Luego de que especialistas forenses peinaron su campamento, el oficial Dalton pidió a Mack que inspeccionara detenidamente el área para descubrir si algo estaba fuera de lugar o era distinto a como lo recordaba. Aunque ya agobiado por las emociones de ese día, Mack ansiaba ayudar en cualquier forma, y se concentró para recordar lo más po- sible de esa mañana. Con cautela, como para no desordenar nada, volvió sobre sus pasos. Qué no habría dado por poder empezar otra vez: por la oportunidad de reiniciar ese día desde el principio. Con gusto volvería a quemarse los dedos y a tirar la pasta de las crepas con tal de evitar los acontecimientos que siguieron. Regresando a la tarea que se le asignó, nada parecía diferente a lo que recordaba. Nada había cambiado. Se acercó a la mesa en la que Missy había estado trabajando. El cuaderno estaba abierto en la página que ella coloreaba, un retrato a medio terminar de la princesa india de Multnomah. También los creyones estaban ahí, aunque faltaba el color favorito de Missy, el rojo. Mack se puso a buscar en el suelo, para ver dónde había caído. -Si busca el creyón rojo, lo encontramos allá, junto al árbol -le dijo Dalton, señalando el estacionamiento-. Tal vez ella lo tiró mientras forcejeaba con... -su voz se apagó. -¿Cómo que forcejeaba? -preguntó Mack. El oficial vaciló, pero continuó casi renuente: -Encontramos uno de sus zapatos por allá, en los arbustos, donde tal vez fue a dar por sacudir un pie. Usted no estaba aquí en ese momento, así que le pedimos a su hijo que lo identificara. La imagen de Missy repeliendo a un monstruoso pervertido fue un puñetazo en el es- tómago. A punto de sucumbir a la súbita negrura que amenazaba con asfixiarlo, Mack se inclinó sobre la mesa para no desmayarse o vomitar. Fue entonces cuando se per- cató de que había un prendedor de Catarina clavado en el cuaderno para colorear. Se despabiló de pronto, como si alguien hubiera abierto sales aromáticas bajo su nariz. -¿De quién es esto? -preguntó a Dalton, señalando el prendedor. -¿Qué cosa? -¡El prendedor de Catarina! ¿Quién puso eso ahí? -Creímos que era de Missy. ¿Me está usted diciendo que ese prendedor no estaba ahí esta mañana? -Estoy seguro -afirmó Mack, categórico-. Ella no tiene nada así. ¡Estoy absolutamente seguro de que eso no estaba ahí esta mañana!