LA CABAÑA La Cabana - W. Paul Young | Page 137

-Entonces, ¿qué hay de las puertas exquisitas y las cosas doradas? -Esas cosas, hermano -comenzó Jesús, tendiéndose en el muelle y cerrando los ojos contra el calor y brillo del día-, son una imagen de mí y de la mujer de la que estoy enamorado. Mack lo miró paira saber si bromeaba, pero obviamente no era así. -Es una imagen de mi esposa, la iglesia: individuos que forman una ciudad espiritual con un río de vida que corre por el centro, y en cuyas márgenes crecen árboles con fru- tos que sanarán la pena y pesar de las naciones. Y esta ciudad siempre está abierta, y cada una de sus puertas está hecha de una sola perla... -Abrió un ojo y miró a Mack-. ¡Yo sería eso! -Vio la confusión de Mack y explicó-: Las perlas, Mack. La única piedra preciosa hecha de dolor, sufrimiento y, finalmente, muerte. -Ya entiendo. Tú eres la entrada, pero... —Mack hizo una pausa, buscando las. pala- bras correctas-. Hablas de la iglesia como la mujer de la que estás enamorado; pero yo puedo asegurarte que no la conozco. -Desvió ligeramente la mirada-. Ella no es el lugar al que voy los domingos -Mack lo dijo más para sí que para Jesús, inseguro de si no era riesgoso decirlo en voz alta. -Mack, eso se debe a que sólo ves la institución, un sistema hecho por el hombre. Eso no es lo que yo vine a construir. Lo que yo veo son personas y sus vidas, una comuni- dad viviente y palpitante de todos aquellos que me aman, no edificios y programas. A Mack le desconcertó un poco oír a Jesús hablar de la iglesia de esa manera pero, una vez más, en realidad no le sorprendió. Fue un alivio. -Entonces, ¿cómo puedo formar parte de esa iglesia? -preguntó-. ¿De esa mujer de la que pareces tan prendado? -Es muy sencillo, Mack. Todo se reduce a las relaciones, y a compartir simplemente la vida. Justo lo que estamos haciendo ahora (sólo hacer esto), y estar abiertos y a la dis- posición de quienes nos rodean. Mi iglesia se reduce a personas, y la vida se reduce a relacio- nes. Tú no puedes construirla. Es asunto mío, y en realidad soy muy bueno para eso -dijo Jesús riendo. ¡Estas palabras fueron para Mack como una bocanada de aire fresco! Algo simple. No un montón de deberes agotadores y una larga lista de exigencias, ni asistir a reuniones interminables viendo por atrás la cabeza de la gente, personas a las que en realidad ni siquiera conocía. Sólo compartir la vida.