-Entonces, ¿qué hay de las puertas exquisitas y las cosas doradas?
-Esas cosas, hermano -comenzó Jesús, tendiéndose en el muelle y cerrando los ojos
contra el calor y brillo del día-, son una imagen de mí y de la mujer de la que estoy
enamorado.
Mack lo miró paira saber si bromeaba, pero obviamente no era así.
-Es una imagen de mi esposa, la iglesia: individuos que forman una ciudad espiritual
con un río de vida que corre por el centro, y en cuyas márgenes crecen árboles con fru-
tos que sanarán la pena y pesar de las naciones. Y esta ciudad siempre está abierta, y
cada una de sus puertas está hecha de una sola perla... -Abrió un ojo y miró a Mack-.
¡Yo sería eso! -Vio la confusión de Mack y explicó-: Las perlas, Mack. La única piedra
preciosa hecha de dolor, sufrimiento y, finalmente, muerte.
-Ya entiendo. Tú eres la entrada, pero... —Mack hizo una pausa, buscando las. pala-
bras correctas-. Hablas de la iglesia como la mujer de la que estás enamorado; pero yo
puedo asegurarte que no la conozco. -Desvió ligeramente la mirada-. Ella no es el lugar
al que voy los domingos -Mack lo dijo más para sí que para Jesús, inseguro de si no
era riesgoso decirlo en voz alta.
-Mack, eso se debe a que sólo ves la institución, un sistema hecho por el hombre. Eso
no es lo que yo vine a construir. Lo que yo veo son personas y sus vidas, una comuni-
dad viviente y palpitante de todos aquellos que me aman, no edificios y programas.
A Mack le desconcertó un poco oír a Jesús hablar de la iglesia de esa manera pero,
una vez más, en realidad no le sorprendió. Fue un alivio.
-Entonces, ¿cómo puedo formar parte de esa iglesia? -preguntó-. ¿De esa mujer de la
que pareces tan prendado?
-Es muy sencillo, Mack. Todo se reduce a las relaciones, y a compartir simplemente la
vida. Justo lo que estamos haciendo ahora (sólo hacer esto), y estar abiertos y a la dis-
posición
de quienes nos rodean. Mi iglesia se reduce a personas, y la vida se reduce a relacio-
nes. Tú no puedes construirla. Es asunto mío, y en realidad soy muy bueno para eso
-dijo Jesús riendo.
¡Estas palabras fueron para Mack como una bocanada de aire fresco! Algo simple. No
un montón de deberes agotadores y una larga lista de exigencias, ni asistir a reuniones
interminables viendo por atrás la cabeza de la gente, personas a las que en realidad ni
siquiera conocía. Sólo compartir la vida.