Jesús terminó el último bocado de su sándwich y, cerrando su bolsa, la puso junto a él
en el tronco. Se limpió las migajas que habían quedado prendidas a su bigote y su pe-
queña barba. Luego, tomando una vara, empezó a garabatear en la tierra y continuó:
-Eso se debe a que, como la mayoría de los hombres, buscas lo que crees tu realiza-
ción en tus logros; y Nan, como la mayoría de las mujeres, la busca en las relaciones.
Es un lenguaje más natural para ellas.
Hizo una pausa para ver a un águila pescadora zambullirse en el lago a menos de
quince metros de ellos y alzar lentamente el vuelo otra vez, llevando en las garras una
trucha de gran tamaño que aún pugnaba por escapar.
-¿Eso quiere decir que no tengo remedio? Me gusta mucho la forma de compartir entre
ustedes, pero no tengo idea de cómo adoptarla.
-Muchas cosas se interponen por ahora en tu camino, Mack, pero no tienes por qué
seguir viviendo con ellas.
-Ahora que Missy se ha ido, sé que eso es más cierto que nunca; pero nada ha sido
fácil para mí jamás.
-No sólo tienes que hacer frente al asesinato de Missy. Hay una dislocación aún mayor
que vuelve difícil compartir la vida con nosotros. El mundo está fracturado porque en el
Edén ustedes abandonaron la relación con nosotros para afirmar su independencia. La
mayoría de los hombres ha dado expresión a eso tornándose al trabajo de sus manos y
el sudor de su frente para hallar su identidad, valor y seguridad. Decidiendo lo que es
bueno y lo que es malo, buscan determinar su destino. Esta dislocación es la que ha
causado tanto dolor.
Jesús se apoyó en la vara para pararse, e hizo una pausa mientras Mack terminaba su
último bocado y se ponía de pie para unírsele. Echaron a andar juntos por la orilla del
lago.
-Pero eso no es todo. El deseo de la mujer (o mejor aún, su "tornamiento"), no la con-
dujo al trabajo de sus manos, sino al hombre, cuya respuesta fue gobernar "sobre" ella,
tomar el poder sobre ella, convertirse en el gobernante. Antes de esa decisión, ella en-
contraba su identidad, su seguridad y su comprensión del bien y el mal sólo en mí, co-
mo lo hacía el hombre.
-No es de sorprender entonces que yo me sienta un fracaso con Nan. Al parecer, no
puedo ser eso para ella.
-No fueron hechos para serlo. Y si lo intentan, sólo estarán intentando jugar a ser Dios.
Mack se agachó, tomó una piedra plana y la lanzó para hacerla rebotar en el lago.