Muchas cuestiones se generan
alrededor del arte, qué es, qué no lo
es, cuándo es verdadero y cuándo no.
Estas preguntas han girado durante
muchos años, y a veces, cobra mayor
importancia que la esencia misma de
una pieza. En este sentido sólo una
cosa puedo decir, la respuesta se
encuentra en la conexión espiritual
de la obra con su espectador, y esto
es una reacción que en definitiva,
apoya de forma clara eso del
verdadero arte.
Encontrar una creación que despierte
no sólo las sensaciones propuestas
por un artista, sino un dialogo entorno
a la misma le concede la facultad de
obra de arte, basta con conectarse en
un sentido emocional, físico y/o
mental.
Es precisamente lo que me ha
sucedido con el trabajo artístico de
Carlos Carmona, quien con su forma
de ver el mundo que nos rodea, sus
planteamientos plásticos en cuanto a
una cotidianidad habitable y una
mirada ancestral, desarrolla la serie
Cosmopolis, pinturas llenas de
elementos astronómicos, circulares y
urbanos. La manera en que nos deja
ver un tema tan cercano, pero a la vez
lejano y su preocupación por un
hábito inhabitable genera
cuestionamientos sinceros en el
público.
¿Cómo es posible no preguntarse
generalmente por aspectos tan
trascendentales como nuestros
invasivos, descontrolados y
destructivos procesos de
construcción?
Vivimos en un mundo en que la
urbanidad es base fundamental del
desarrollo, donde convivimos con una
cantidad de aspectos que pocas veces
comprendemos de dónde han surgido
y hacia dónde van, nos desenvolvemos
en entornos que crecen mucho más
rápido que nosotros mismos, es una
aceleración de la que muy poco
tenemos conciencia.
Carlos Carmona, quien
con su forma de ver el mundo
que nos rodea, sus planteamientos
plásticos en cuanto a una
cotidianidad habitable y una mirada
ancestral, desarrolla la serie
COSMOPOLIS, pinturas llenas de
elementos astronómicos,
circulares y urbanos.
Exposición Cosmopolis de Carlos Carmona en Parque BIblioteca de Belén
Enaltecemos las construcciones antiguas de egipcios, romanos y griegos que
desarrollaron a partir de su mirada cosmogónica. Sus planos, divisiones y elevaciones
fueron sustentados en las constelaciones, cada elemento debía constituir armonía y
belleza entre el uno y el otro, los límites eran esenciales para asegurar el perfecto
estado de una ciudad, así crecieron arquitectónicamente las grandes civilizaciones de
la antigüedad, una forma diferente a la que se construye actualmente el mundo.
Hoy día somos cubículos amontonados unos sobre otros, formas lineales y paralelas,
abandonando la relación de la tierra con el cielo, de nuestro ser con