Durante la primera mitad del siglo XIX, la ciudad norteamericana está empezando a crecer o a crearse ex-novo en una oleada que va desde la costa este hasta la costa oeste. El territorio se está colonizando, cruzado por el ferrocarril, y las nuevas ciudades aparecen y crecen a una velocidad difícilmente comprensible desde la óptica europea
En 1890 las ciudades y los “urbanos” ya dominan la cultura del oeste y muchas de las ciudades, que sólo tienen una década de vida, parecen ciudades tan “viejas” como las del este del país. La conquista del país americano es la historia de la conquista de una tierra de promisión. Fuerzas dispares impulsan a los hombres hacia el oeste: el oro, la fe religiosa, la utopía, la especulación… Y cada una de estas fuerzas se concreta en la creación de ciudades.
La expansión colonizadora norteamericana se basa en la expansión paralela del ferrocarril, después de una primera fase que seguía el curso de los ríos y los canales navegables. Lo que en Europa contribuirá a generar el cambio en las viejas ciudades, en América del Norte será el impulsor básico de las nuevas urbes
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