KUADERNOS UYAY 02 | Page 5

5 U n diluvio arrasaba el pueblo, sin piedad los truenos y las lluvias furiosos se ensañaban con las cosechas y las casas, y con lo poco que podían rescatar la gente buscaba refugio en las cuevas de la cumbre de los cerros. Nedir planeaba dejarse morir, prefería ser llevado por las aguas que volver a las cuevas. Se quedó tendido en el tejado de su casa hasta que sus amigos irrumpieron. —Niticha, Niticha, vamos al cerro, es como volver a empezar —le decían desesperados. Pero fueron vanas las suplicas, Nedir plantó su firmeza en el tejado de su casa. Con pesar sus amigos intentaron dejarle pero era tarde, el caudal de las aguas no les dejó otra salida que tener el mismo destino que Nadir. De entre los truenos del cielo furioso apareció un niño abordo una serpiente con cara de auquénido. —Nadie tiene que ir a las cuevas —dijo. Todos se miraban atónitos, menos Nedir. —Váyanse todos y déjenme aquí —replicó. —Si tú no vas con nosotros nadie podrá ir —dijo el niño. Entonces Nedir se levantó, se subió en la serpiente y detrás de él sus amigos. —Cualquier lugar, menos a las cuevas —exigió. De pronto el cielo se calmó. El hanan pacha estaba en sus manos, pero en contra de su propia voluntad; las nubes y los vientos estaban cada vez más cálidos y amables. El niño los llevó hasta una ciudad que tenía un abismo profundo. Ahí habían muchos pintores, cantantes y actores; pero a pesar que pasaron delante de ellos nadie podía verlos, pero apenas se alejaban los colores en sus lienzos opacaron, sus melodías disonaban y sus pasos tropezaban. Nedir saltó al abismo, pero el niño lo alcanzó: —Tú haz nacido para pintar en los cielos, cantar con el viento y bailar junto al sol, tu extinción no está en tus manos.