Besan al firmamento finos labios
de una cumbre llamada inexistencia,
Por momentos dejan de ser muy altos,
belfo campo donde anda la inocencia.
Las rutinas siempre son adictivas,
el mayor vicio es no aceptar perder;
a la inocencia siempre burla y esquiva
la maña que engaña con vil placer.
Frágil soporte tiende de una rama,
cruje ante el frío de la realidad.
Cálido invierno que al placer resguarda,
Todo se quiebra a luz o claridad.
Es febril adicción lo cotidiano,
es hombre cotidiano quien se pierde
entre viles escombros del antaño:
En el juego, en el vino, en las mujeres.
Suelen ser las rutinas adictivas,
las costumbres embriagan al placer;
los delirios han construido las ruinas
que nos verán ahora envejecer.
Las entrañas de esta faz ven lejano
al horizonte huir en su decadencia,
los placeres han estado sembrando
nulo valor a nuestra inteligencia.
Crea la escultura, esconde las manos…
Que engendraron también a la serpiente.
¡Tentación!, hoy somos simples humanos,
quiera Dios mañana no ser más gente.
Costumbre, placer, ocio, son la llama…
Arde si apesta a carne o vanidad,
abre zanjas, resintiendo las llagas,
dulce que seduce a la sucia sociedad.
kala, Junio 2019