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frente al mar
Hace ya más de un año que tengo la suerte de vivir frente al mar. El agua es el eterno depurador de todos esos pensamientos que nos hacemos las personas y nos duelen. De pronto te encuentras completamente absorto en frente de ese infinito que va y viene como la sangre que recorre el cuerpo en segundos. Las olas que se estrellan con las piedras de la orilla y se vislumbran porque la marea baja en algunos momentos del día.
El agua tiene toda esa paz de la que carecemos los seres humanos. Por eso creo que podemos pasar horas admirándola, sabiendo que siempre hay algo allá afuera más infinito que nosotros mismos, dedicándole piezas completas de nuestra vida, pedazos de pensamientos y saudades.
Llegar a casa al final de la tarde y encontrar ese mar, abraza.
Y así pues el movimiento incesante de los autos que caminan en círculos, que se bocinan o se estrellan parece tan torpe, el cemento embadurnado de cemento y metal. No puedo entender a las personas que pasan frente al agua y no la ven.
Con su azul que a veces es magenta y menstrúa.
Gabriela Grajeda Arévalo