LOS SERES PLANETARIOS
Érase una vez en la infinidad del espacio, un hombrecillo que yacía rodeado de cometas rugosos y luminosos. Su hogar era poco específico y nada especial, aunque para él un lugar favorito de estar. A pesar de su comodidad, gustaba de viajar a diferentes planetas para disfrutar de sus habitantes, sus formas de vida y estar en búsqueda de nuevas aventuras; él solía aburrirse con facilidad. Por donde iba, a su paso dejaba polvo interestelar, le gustaba ser recordado como el que venía del más allá. Quienes lo conocían, coincidían en que nunca habían visto su verdadera identidad, porque siempre llevaba puesto sobre su cuerpo, un particular traje dorado de casco, capa y propulsores, con el que pasaba por incognito; a veces era confundido con cuerpos celestes y otras especies luminosas. Cuando inmutaba palabra advertía de su presencia, era inevitable no escucharlo. Su carisma, inocencia e hiperactividad lo hacían destacar, más con frecuencia le solían llamar: el hombrecillo de traje estelar.
—¿De dónde vienes hombrecillo de traje estelar? —preguntaron en tono elegante los habitantes alargados, delgados y de ropas graciosas; ellos se encontraban alterados con la presencia de aquel ser tan extraño. Por otra parte, el hombrecillo confundió sus ropas con disfraces, no le parecieron en absoluto trajes de seres planetarios –así los llamó-, por lo que no pudo parar de carcajear, alimentando la incertidumbre de quienes observaron. Era la primera vez que visitaba el globo flotante color verde y azul que tanto llamaba su atención, por lo que con sus brazos a los lados y con la identidad oculta compartió su respuesta.
—¡Del infinito, cerca de donde las estrellas emergen! —respondió con audaz tono parándose muy recto, puso las manos en la cintura. Los seres planetarios se quedaron perplejos, comentaban entre ellos, tras un rato aplaudieron con algarabía; a donde iba, casi siempre terminaban por alentar cuánta maroma hacía o palabra liberaba. Para ellos él fue muy especial, nunca habían presenciado algo igual, se dijeron no conocer un ser semejante.
ESCRITO POR:
BARRIE VARKA
(Seúdonimo)
Lectura
Derechos de Autor, número 10-652-65, Colombia. Sharon Marisella Garzón Zarta. 2016