El coste de los dos primeros lienzos (el denominado Pabellón Real y el de San Martín), se estimaba en unos 66
000 ducados. El orden de ejecución estaba justificado
desde un punto de vista económico, el Pabellón Real (que
ocupaba espacio abierto de la Plaza de San Martín) sería
provechoso para el ayuntamiento debido a los contratos
de arrendamiento de las casas posteriormente construidas;
lo mismo ocurre en el Pabellón de San Martín (en régimen de co-propiedad con la Parroquia).
La realización de estos dos pabellones supondrán ingresos
periódicos al Ayuntamiento. No sería así en el Pabellón
de Petrineros, edificado sobre un conjunto de parcelas en
propiedad de particulares, así como en gran parte del consistorial. Se empezó por lo tanto por los lienzos más rentables económicamente a la ciudad, así como los potencialmente menos conflictivos.