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Teatro "rolo"

El campo teatral se presta notablemente para pensar el arte

desde el público. A fin de cuentas, en los espacios teatrales el público siempre ha

sido tan importante como el escenario. No hay nada más revelador que la arquitec-

tura teatral para mostrar las jerarquías en las distintas sociedades. Un claro ejemplo

de ello es el magnífico estudio realizado por la doctora Trinidad Nogales Basarrate

sobre el teatro romano de Augusta Emérita, en Mérida-España, donde se reafirma

el postulado de que “el teatro permite reunir de forma ordenada y jerarquizada a la

población”, orden y jerarquía que son el fiel reflejo de lo que fue el dominio colonial

del Imperio Romano en el territorio considerado en ese entonces lusitano, y después

español. Contra ese orden y esas jerarquías de los escenarios clásicos de teatro se

reveló alguna vez Federico García Lorca, cuando dijo: “Yo arrancaría de los teatros

las plateas y los palcos y traería abajo el gallinero. En el teatro hay que dar entrada

al público de alpargatas”.

capítulo de este libro. La entrevista a Margarita Rosa Gallardo, actual subdirectora

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Teatro de nivel mundial

Esa mirada del teatro desde el público es lo que ilustra la panorámica del primer

capítulo de este libro. La entrevista a Margarita Rosa Gallardo, actual subdirectora de Prácticas Artísticas y del Patrimonio de la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte (SCRD), es fiel reflejo de

esa construcción actual de políticas distritales desde el público,

donde su formación se convierte en un elemento fundamental.

En la segunda parte de ese primer capítulo encontraremos, en

una panorámica histórica de Colombia y Bogotá, el “teatro

educador” que caracterizó la década de 1830-1840, para acon-

ductar a los ciudadanos en la urbanidad de la naciente repúbli-

ca y como espacio de polémica que floreció a mediados de ese

siglo, así como la dimensión del teatro como recreación pura o

como negocio y el teatro como escenario para la afirmación de

jerarquías y posibilidad de encuentros de las elites gobernantes

en la capital o de las nacientes elites provincianas. Allí no im-

portaba si era un recital de poesía, una ópera, una zarzuela o una

interpretación de una obra de Shakespeare; lo que importaba

era ir al teatro, vestirse para ir al teatro, mostrar que se había ido

a ese escpectáculo.

fragmento que reproducimos sobre la historia de la construcción

del Teatro Colón. En ese mismo capítulo, en la historia teatral

del siglo xx, contada por Carlos José Reyes, podemos ver la

profunda y afortunada transformación del teatro en Bogotá.

En la primera mitad del siglo xx se destacan dos grandes pro-

motores del teatro nacional, Luis Enrique Osorio y Antonio

Álvarez Lleras, prolíficos escritores, quijotescos empresarios

y formidables directores de teatro. Veremos cómo a mediados

del siglo pasado, en los años sesenta, hubo movimiento teatral:

el teatro se lanzó a la calle, al espacio público, a los auditorios

escolares y universitarios, a los salones comunales, construyó y

diseñó nuevos espacios, casas de la cultura y pequeñas salas. Esos

nuevos creadores teatrales se atrevieron a experimentar inno-

vadores lenguajes e inéditos formatos, desataron la invención,

la creatividad de actores y directores y facilitaron el acople con

nuevos públicos. En esa aventura prodigiosa participaron, entre

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el público en la escena teatral bogotana

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