INFINITO 1.0 | Página 7

LUGARES INFINITOS número 5, no recuerdo el primer viaje hacia A la izquierda estaba Bertha que era todo lo ti, pero sin querer queriendo me aprendí el contrario. Bertha y su esposo, Gabriel, se camino y también sin querer queriendo lo habían conocido en la Universidad Nacional llamé camino acaso. Eres, eras y serás donde ambos estudiaron economía hace austera, sencilla, casi una casa más del muchos pueblo, podrías parecer insignificante y aun muchas cosechas, también tenían dos hijos así eras, eres y serás todo. No puedo hablar es más me acuerdo que una vez uno de apareció como extra en Tú Voz Estéreo. ti, porque para que alguien me años. Gabriel y Bertha tenía entendiera tendría que haberlo sentido y nade sabe lo que uno siente más que uno, Bertha rezaba mucho y al frente, en el entonces todo lo que podría llegar a decir bosque, había una estatua de la virgen a la es mediocre. que yo la acompañaba a ponerle flores. Esa virgen debería dar con mi casa, pero daba Cambio todas mis rumbas, por un fin de con la de ella y todos sabíamos que había semana otra vez en ti, al lado de los abuelos. aprovechado que Gabriel era el presidente En el lugar en el que tenía mi propio rosal y de la corporación para que eso quedará así, le llevaba ramos de rosas bebés a mi mamá, pero nadie le decía nada. un árbol de naranjas que nunca supe calcular el momento indicado para cortar, un viejo y oxidado sube y baja en el que supongo alguna vez jugaron mi mamá y mis tíos, las sillas de mi bisabuela Maria Elisa, una chimenea que nunca vi encenderse, chocolate caliente todas las mañanas, el cuadro de Rasputín que el abuelo quitaría después porque a mí me daba miedo y sobretodo eso, los tenía a ellos. A la derecha estaban Ramiro y Clemencia con su perrito Milú, su casa era grande y de dos pisos, ellos eran dos viejitos “rebeldes” Foto por : Nathalia Segato porque tenían su césped más alto de lo que el manual de copropietarios permitía. Yo iba a su casa luego del almuerzo y llevaba el Foto por : Tom Thain libro de filosofía que me había regalado mi abuelo y hablábamos sobre lo que yo había leído, ellos llegaban muy tarde y una vez me puse a tirar piedritas en el laguito que tenían, después me enteré que al parecer alguien se había metido a su casa y había matado a muchos peces de ese laguito. Nunca les pedí perdón.  PAG 7 INFINITO | 2019