INFILTRACIÓN MUNDIAL - SALVADOR BORREGO E. Infiltración Mundial (Salvador Borrego E.) | Page 211
Era posible que Alemania soportara por más tiempo las pérdidas normales que la
lucha imponía, pero no que además soportara las pérdidas anormales, no
calculadas, que sufría como consecuencia de los secretos que la infiltración
pasaba constantemente a Moscú.
Durante los tres primeros años de guerra Alemania estuvo sufriendo los graves
efectos de la infiltración, y pese a ello pudo triunfar en diversos frentes. A partir del
cuarto año de lucha, en 1943, todavía podía ganar, pero a condición de que
lograra anular a las fuerzas invisibles.
Siempre ha habido espionaje. Pero es espionaje había conseguido datos aislados,
ideas generales sobre una ofensiva, detalles particulares de secundaria
importancia, más no una continua información sobre las decisiones del Alto
Mando, los planes de marcha, los efectivos disponibles, los sectores de ataque, el
relevo prefijado de unidades, los centros de abastecimiento, etc. Esto sólo podía
realizarlo el Movimiento de Infiltración. Altos funcionarios que gozaran de plena
confianza en los más elevados y estratégicos puestos, no espías que se movieran
en planos secundarios, atisbando descuidos o comprando trozos de secretos.
Por primera vez una potencia en guerra estaba sufriendo los efectos de una nueva
arma secreta.
ALGO LOGRAN SABER DEL ENEMIGO INVISIBLE.
Cuando la batalla de Stalingrado estaba decidiéndose, el jefe de la Gestapo
(Himmler) le llevó a Hitler un plan tendiente a descubrir la ubicación del enemigo
invisible que tantos daños venía causando desde que se inició la invasión de la
URSS, según creía la Gestapo, pero que en realidad operaba desde antes de que
empezara la guerra.
El plan consistía en que Hitler ordenara preparar una operación (ficticia) para
invadir Suiza. El Estado Mayor General debería formular los estudios necesarios y
se concentrarían tropas en la región de Münich, al mando del general Dietl.
Solamente Hitler, Himmler y Schellenberg (funcionario de la Gestapo) sabían que
esa operación no llegaría a realizarse.
Hitler aceptó y las órdenes respectivas fueron cursadas a principios de enero de
1943. Varias secciones de especialistas comenzaron u preparar el plan. Poco
después Schellenberg gestionó una entrevista con él jefe del Servicio Secreto de
Suiza, coronel Roger Masson, a quién venía cultivando desde hacía tiempo. En
realidad era un juego entre dos grandes astutos. Masson desconfiaba de
Schellenberg, recibía algunos servicios de éste y se preguntaba cuál sería el juego
de su visitante, pero no alcanzaba a vislumbrarlo. Por su parte, Schellenberq se
contentaba con mantener ese contacto. Entrevistas de cuando en cuando, pláticas
cordiales y nada de fondo.
El 3 de marzo (cuando ya el plan ficticio de invasión de suiza estaba en marcha),
Schellenberg conversó cordialmente con Mansson. Le habló de los deseos
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