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INFILTRACIÓN MUNDIAL
que su base se encontraba a 900 metros del suelo. Por tanto, deberían picar en
vuelo ciego y apuntar y bombardear hasta que atravesaran la capa de nubes.
Los 27 stukas iniciaron la picada. El capitán Siegel contaba los segundos,
escudriñando con la mirada el momento en que las nubes se desgarraran, pero
pasaron diez segundos en que el aparato silbaba casi perpendicularmente al
suelo y no se veía nada. Doce, catorce y quince segundos, y de pronto Siegel
creyó distinguir algo oscuro en el fondo blanco de la nube. . . Jaló el timón de
ascenso violentamente a la vez que gritaba por la radio a sus compañeros:
"¡Eleven, las nubes tocan el suelo!" Siegel se salvó por aproximadamente dos
metros de altura. Trece aviones más también lograron salir del picado apenas a
tiempo, pero trece se estrellaron como bólidos en tierra y perecieron sus 2ó
tripulantes.
¿Error, desgracia imprevisible, sabotaje? El general Richthoffen, que tanto se
había opuesto a la construcción del Stuka, presenció aquella tragedia. Sin
embargo, quedó en claro que lo ocurrido no era atribuible al aparato en sí.
La guerra por llegar empezaba a cobrar víctimas.
Otro hecho dramático, antes de que se iniciara la lucha, ocurrió el 25 de agosto
(1939). Inicialmente la ofensiva alemana sobre Polonia estaba fijada para
iniciarse el 26 de agosto a las 4:30 de la madrugada. El día 25 en la tarde todas
las unidades comenzaron a ponerse en movimiento. Eran cinco ejércitos. Una
gigantesca maquinaria de cerca de un millón de hombres. Pero ese día Hitler
ordenó que la ofensiva no se lanzara porque realizaba un esfuerzo más para
conjurar la guerra con Polonia.
La orden que cancelaba la ofensiva llegó a los principales puestos de mando a
las ocho de la noche. Llegar a las comandancias de los cinco ejércitos era fácil,
pero los cuerpos de ejército, las divisiones, los regimientos, los batallones, los
tanques, la artillería motorizada, etc., se hallaban ya en marcha para cruzar la
frontera a las 4:30 de la madrugada del día siguiente. Y eran las ocho de la
noche. . .
Teléfonos de campaña, radio, telégrafos y mensajeros fueron movilizados
premiosamente. Detener la gigantesca maquinaria en marcha, con cerca de un
millón de hombres, era uña tarea dificilísima.
La orden llegó justo a tiempo a cada comandante de división (15,000 hombres,
a cada regimiento, a cada batallón, a cada compañía, a cada sección, a cada
pelotón. Sólo hubo una sección de asalto, con 30 soldados, que no recibió a
tiempo la contraorden y que a las 4:30 de la madrugada del 26 de agosto cruzó
la frontera, abrió el fuego y se dirigió a su objetivo. Sus instrucciones decían
que resistiera y que en breves minutos un batallón convergería hacia ellos. Pero
en todo el sector del décimo ejército nadie se movió tras ellos. La solitaria
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