INFILTRACIÓN MUNDIAL PDF - NUEVA EDICIÓN MEJORADA Infiltración Mundial PDF actualizado | Page 232
Salvador Borrego
Siempre ha habido espionaje. Pero es espionaje había conseguido datos
aislados, ideas generales sobre una ofensiva, detalles particulares de
secundaria importancia, más no una continua información sobre las decisiones
del Alto Mando, los planes de marcha, los efectivos disponibles, los sectores de
ataque, el relevo prefijado de unidades, los centros de abastecimiento, etc. Esto
sólo podía realizarlo el Movimiento de Infiltración. Altos funcionarios que
gozaran de plena confianza en los más elevados y estratégicos puestos, no
espías que se movieran en planos secundarios, atisbando descuidos o
comprando trozos de secretos.
Por primera vez una potencia en guerra estaba sufriendo los efectos de una
nueva arma secreta.
ALGO LOGRAN SABER DEL ENEMIGO INVISIBLE.
Cuando la batalla de Stalingrado estaba decidiéndose, el jefe de la Gestapo
(Himmler) le llevó a Hitler un plan tendiente a descubrir la ubicación del
enemigo invisible que tantos daños venía causando desde que se inició la
invasión de la URSS, según creía la Gestapo, pero que en realidad operaba
desde antes de que empezara la guerra.
El plan consistía en que Hitler ordenara preparar una operación (ficticia) para
invadir Suiza. El Estado Mayor General debería formular los estudios
necesarios y se concentrarían tropas en la región de Münich, al mando del
general Dietl. Solamente Hitler, Himmler y Schellenberg (funcionario de la
Gestapo) sabían que esa operación no llegaría a realizarse.
Hitler aceptó y las órdenes respectivas fueron cursadas a principios de enero de
1943. Varias secciones de especialistas comenzaron u preparar el plan. Poco
después Schellenberg gestionó una entrevista con él jefe del Servicio Secreto
de Suiza, coronel Roger Masson, a quién venía cultivando desde hacía tiempo.
En realidad era un juego entre dos grandes astutos. Masson desconfiaba de
Schellenberg, recibía algunos servicios de éste y se preguntaba cuál sería el
juego de su visitante, pero no alcanzaba a vislumbrarlo. Por su parte,
Schellenberq se contentaba con mantener ese contacto. Entrevistas de cuando
en cuando, pláticas cordiales y nada de fondo.
El 3 de marzo (cuando ya el plan ficticio de invasión de suiza estaba en
marcha), Schellenberg conversó cordi almente con Mansson. Le habló de los
deseos alemanes de lograr la paz con Occidente, de los propósitos de continuar
la lucha contra el comunismo, etc., etc. Y de pronto, Masson hizo una pregunta:
“¿Eran ciertos los rumores de que Alemania preparaba un ejército cerca de
Munich, mandado por el General Dietl, para invadir a Suiza?". . .
Masson no le daba cuenta de todo lo que había dicho con aquella pregunta. . .
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