LETRA VIVA LIBROS | Av. Coronel Díaz 1837 | Ecuador 618 | Buenos Aires, Argentina | Telefax 4825-9034 | www.imagoagenda.com
ponde el estado de libertad, pero ese estado proviene de una
capacidad que, según Kant, suspende toda particularidad y
toda inclinación para acceder a un universal: la belleza enun-
ciada por el juicio de gusto.
La libertad del estado estético proviene de la libertad propia
del juego de las facultades como posibilidad del juicio de gus-
to que Kant estudia al comienzo de la Kritik der Urteilskraft.
El juicio de gusto (expone Kant), es el juicio que enuncia que
algo es bello y tiene la pretensión de universalidad al mismo
tiempo que afirma, paradójicamente, que lo bello gusta sin con-
ceptos. Esto quiere decir que el juicio de gusto exige aproba-
ción sin que haya conflicto alguno sobre el valor de su enun-
ciado. El juicio de gusto no es un juicio privado, tampoco es
un juicio empírico referido a objetos: la existencia del objeto
ha de ser indiferente al acto de juzgar su universalidad, que
no puede recurrir a la unilateralidad de lo físico, de lo lógico
o de lo moral, no puede recurrir por lo tanto a algún concep-
to del objeto, no hay regla, ley ni norma del objeto por el cual
podría decirse que se trata de un objeto bello (caso contrario
no sería un juicio de gusto).
Estamos, dice Kant, ante algo notable, un juicio particular
que exige universalidad, pero hay algo más notable aún, este
juicio de gusto sin concepto po-
sibilita la manifestación de una
facultad de conocer que no ha-
bía aparecido como tal, estamos
entonces ante una universalidad
que no depende del concepto del
objeto, una universalidad que
Kant llama estética y que consis-
te en la validez común (Gemein-
gültigkeit) (KU, parág. 8) del jui-
cio que tiene vigencia exclusiva
en la comunidad de los que juz-
gan (ganze Sphäre der Urteilen-
den). Ahora bien, en la base del
juicio de gusto existe una capa-
cidad universal de comunicación
que está como condición del jui-
cio y que debe tener como con-
secuencia el sentimiento de pla-
cer. Esta capacidad de universal
comunicabilidad implica una disposición de las facultades del
conocimiento, lo que le permite a Kant hablar de un sentimien-
to de esa disposición en el cual ninguna facultad se impone a
la otra sino que estamos ante el juego libre de esas facultades.
Este es el punto que es necesario retener. Lo que aquí tiene lu-
gar consiste en poner en juego las capacidades del sujeto que
ningún concepto determinado limita y que no pueden some-
terse a una particular regla de conocimiento. Ese libre juego
garantiza la verdadera universalidad estética porque asegura
la capacidad de sustraerse a toda particularidad impuesta por
las fuerzas de representación (Vorstellungskrafte). Cita de Kant:
“Las capacidades del conocer (…) son puestas en juego, están
aquí en un juego libre porque ningún concepto determinado
las restringe a una particular regla de conocimiento” (KU, pa-
rág. 9). Lo que se comunica en el juicio de gusto, cito a Kant,
“tiene que ser el Gemützustand”, el estado en que está el ánimo
(Gemüt) en su totalidad, y ese estado es el “sentimiento del li-
bre juego de las capacidades de la representación”. La univer-
sal comunicabilidad de tal disposición, propia de la “comuni-
dad de los que juzgan” determina que necesariamente place
lo que es bello y no que algo es bello porque place.
50 | Imago Agenda | N° 207 | Otoño 2020
Nos encontramos ante la idea de un estado en que están com-
prometidas, en su libre juego, las facultades del ánimo, esta-
do cuya posibilidad de comunicabilidad hace posible el juicio
de gusto que enuncia algo como bello de modo universalmen-
te válido. Cuando Schiller afirma que la libertad es efecto de
la naturaleza y que no comienza a existir hasta el momento
en que el hombre está completo, toma como punto de partida
ese mismo espacio en que tiene lugar el juego de las capacida-
des. En ese espacio es posible, en principio, la libertad, pues la
naturaleza ya no constriñe ni condiciona ningún aspecto del
sujeto. El estado del sujeto, su modo de ser allí está comple-
to. Es libre de la naturaleza en el momento que él es efecto de
la naturaleza, es decir, en el momento que (ya) ha hecho su
experiencia con ella, en el momento que la ha dejado detrás
de sí, que la ha abandonado y gana, gracias a este abando-
no, su propia libertad. La naturaleza sólo es naturaleza cuan-
do ha sido abandonada por el espíritu y el espíritu la abando-
na sólo cuando accede a su cumplimiento, cuando “está com-
pleto”, cuando es libre. Mientras el espíritu no ha comenzado,
no está completo, la naturaleza, la sensibilidad, la necesidad
física, la sensación (Empfindung) son en él una fuerza. Pero la
única fuerza (Macht) que puede haber en el hombre, advierte
Schiller, es la voluntad y no se le puede atribuir el carácter de
fuerza a lo que es un permanente pasaje del impulso (Trieb) (y
no fuerza) sensible al impulso racional, de la necesidad físi-
ca a la necesidad lógica y moral para fundar así el imperio de
la ley (ÄE, XX, 632, 102). Pero el hecho es que, afirma Schi-
ller, el hombre no puede pasar de modo inmediato de la sen-
sación (Empfindung) al pensamiento (Denken). Por un lado el
hombre es pasaje de lo sensible a lo racional; pero no hay pa-
saje inmediato de uno a otro, pues para que impere la segun-
da debe haber dejado de existir la primera como fuerza domi-
nante. Debe haber sido aniquilada (muss vernichtet) la fuer-
za de la sensación (para que impere la segunda debe haber
sido suprimida-levantada, se trata del célebre término poste-
riormente hegeliano (aufgehobene), la primera) para dejar lu-
gar al pensamiento (ÄE, XX, 632, 102). Por eso, dice Schiller
en la misma carta XX, es necesario dar un paso atrás (Schritt
zurück) para pasar a un momento anterior, libre de toda deter-
minación, a un momento anterior a aquél en que “sus senti-
dos (los del hombre) recibieran la primera impresión”. Es de-
cir a un estado de “mera determinabilidad”.
Como en el libre juego kantiano, ese estado es independien-