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Colaboración
Ética del bien gozar
Escribe
Osmar Barberis
[email protected]
M
ucho escuchamos hablar de la ética del psicoanáli-
sis. Se dice que es una ética del deseo y se la diferen-
cia de una moral. Pero, ¿será tan sencillo separar éti-
ca de moral?
Desde el año pasado nos juntamos con algunos colegas a
discutir sobre el “Seminario de la Ética”. Me he propuesto leer
este seminario con su propia lógica, sin hacer referencia a teo-
rizaciones posteriores como las de los di-
ferentes goces, o la del objeto a, o la teo-
ría de los nudos. Es tan complejo aquello
con lo que Lacan comienza su Semina-
rio –das Ding, la Cosa–, que a veces nos
creemos que acudiendo a otras axiomáti-
cas lo vamos a entender mejor, y lo úni-
co que logramos es complicarlo aún más.
Es necesario tener alguna idea acerca de
La Cosa para abordar el tema de la ética.
Por eso, a riesgo de caer en simplificacio-
nes, diré que La Cosa es lo más íntimo de
un sujeto, aunque extraño a él. Es lo es-
tructuralmente inaccesible, pero a lo que
no se puede renunciar alcanzar. Lo Omi-
noso freudiano es un ejemplo de acerca-
miento extremo a La Cosa.
Intentaré polemizar la idea de que la
ética tiene que ver con el campo del de-
seo para plantear que también es necesa-
ria para abordar el campo del goce.
En su articulación con La Cosa pode-
mos pensar al deseo como efecto. Efecto
de la marca significante, es decir efecto de aquello de lo real
primordial que padece del significante. Noten que estoy di-
ciendo que no todo de lo real primordial padecerá del signifi-
cante. Lo que padece del significante podrá definirse como La
Cosa (Cf. Seminario 7, p. 146.). Esto es lo propiamente huma-
no (cf. p154). El deseo está en relación con una falta inscrip-
ta que moviliza el principio de placer regulando la tensión del
aparato psíquico (Cf. p. 147).
Respecto de la ética del psicoanálisis, podemos decir que se
diferencia de la ética aristotélica que busca un Soberano Bien
apoyada en la moral de una época, apoyada en el principio de
realidad. Lacan nos propone la cuestión ética articulada a par-
tir de una orientación de la ubicación del hombre en relación
a lo real (Cf. p.21 y 22). Es necesario diferenciar realidad de
real. De lo que se trata para Lacan es del real de cada quien.
Un íntimo particular. Un interior excluido en el interior (Cf.
p126). No podemos concluir a partir de esto que la ética del
psicoanálisis no tiene nada que ver con la moral. Más bien po-
demos decir que no tiene nada que ver con la moral aristotéli-
ca y hasta podríamos arriesgar a decir que no tiene nada que
ver con el principio de realidad.
La moral tiene un lugar en la teoría psicoanalítica y hay que
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dárselo en los análisis que dirigimos. ¿Acaso la ley moral no
está en el origen de la constitución del Superyó? Pensar que el
psicoanálisis no tiene nada que ver con la moral, ¿no es subesti-
mar el poder de una instancia psíquica? Me planteo una moral
con estructura moebiana –permítaseme la licencia– vinculada
a un real que no está ni adentro ni afuera y que está en ambas
partes. Una moral que en los orígenes de su constitución pre-
tende abrir las puertas al goce a la vez que refuerza su interdic-
ción. Freud lo propone en el mito de Tótem y Tabú y es a partir
del cual Lacan plantea el goce en la lógica de este Seminario.
Goce como el extremo del placer provocado por cierto acceso
a La Cosa. El intento de acceder a La Cosa es una tendencia vi-
tal, es la pulsión. Lo que introduce la paradoja del goce. No po-
demos vivir sin buscarlo, pero se nos com-
plica cuando nos acercamos demasiado.
Podríamos pensar que hay diferente ma-
neras de gozar, según que el acercamiento
a La Cosa se caracterice por ser forzado o
que se logre por rodeo. En el primer caso
tenemos a Kant con Sade. Un acceso for-
zado que imposibilita soportar el extremo
del placer, a no ser que sea con dolor. Y
aún así lo paradojal se filtra (Cf. p.100).
En el segundo caso, en el que se intenta
acceder a la cosa vía rodeo, nos encon-
tramos con la sublimación. En la tenden-
cia sublimatoria lo que se demanda es ser
privado de algo real, es acercarse sin ac-
ceder. La sublimación se dirige esencial-
mente a la simbolización primitiva que
cabe enteramente en la significación del
don de amor (cf. p. 184). Se trata de un
intento de acceso a La Cosa mediatizado,
pero que no deja de proyectar como tal
cierta transgresión del deseo (cf. p.186).
Lacan insiste mucho en este rodeo a tra-
vés del amor cortés. Yo les quiero traer otra perspectiva. Cierto
rodeo a través de la pornografía. Quédense tranquilos que no
pasaré ningún video. Solo les recomendaré una película: Roc-
co. Es el film autobiográfico de Rocco Siffredi, un actor porno
que intervino en más de 1200 películas como actor y en más
de 400 como director. Una carrera de 30 años en la industria.
La primera vez que se masturba tiene 8 años. Se siente obser-
vado. Alza la vista y ve a la madre mirándolo. Siente una ver-
gogna immensa. La madre le hace una pequeña sonrisa que él
interpreta como “no te preocupes, está todo bien, te volviste
hombre. Una sonrisa que era como decir: estoy de acuerdo”.
Cuando tiene 23 años decide empezar su carrera como actor
porno. La madre le dice que si es lo que lo hace feliz, que lo
haga. Todo funciona muy bien en su vida. Se casa, tiene dos hi-
jos. A los 40 años decide dejar su carrera porque sus hijos son
grandes y piensa que el tener un padre que trabaje como ac-
tor porno los complicaría a la hora de tener novia. Está 4 años
fuera de la industria. Comienza a vagar buscando prostitutas,
travestis, ancianas. Su mujer se preocupa mucho. Él siente que
entra en el infierno. No lo soporta. Pone en riesgo su vida. De-
cide volver a la industria del porno, y luego de unos años de-
cide filmar su última película como actor porno, pero sin reti-